El primer encuentro de Hernán con el aroma de la madera se provocó cuando tenía apenas 12 años.
Se dio a raíz de una desafortunada caída que fue acompañada del silencio más incómodo del mundo. Estaba en la casa de una familia de amigos cuando en un momento determinado se desplomó sobre una guitarra. Su familia debió hacerse cargo del arreglo, entonces se dirigieron al taller de lutería que pertenecía al primo de su papá. Cuando se abrió la puerta, descubrió un mundo que -sin saberlo en ese momento- lo acobijaría durante toda su vida.
«Supongo que ese momento quedó grabado en algún lugar de mi consciencia», reflexionó Hernán Rojo, destacado luthier que vivió en Bariloche desde 2001 y hace un año reside en Córdoba. A su alrededor, infinita viruta desparramada, herramientas de todo tipo y sus vistosas creaciones.
Varios años después del «afortunado» accidente doméstico, Hernán conoció a Franco Ponzo, un napolitano que daba cursos de lutería por las noches. Vio su anuncio en un diario, mientras esperaba ser atendido por el dentista. A partir de ese capítulo su vida estuvo dedicada a construir instrumentos musicales e involucrarse con las historias que los rodean.
«La intención del programa es que el violín llegue gratis a todas las orquestas infantojuveniles, sociales, populares o clásicas»
Hernán talló durante años un sueño que cada vez va tomando mejor forma. Sixto es el proyecto que nació con el objetivo de desarrollar una familia de violines, de fácil construcción -con un costo económico bajo- y utilizando materiales reciclados como muebles, tablones. «La intención del programa es que el violín llegue gratis a todas las orquestas infantojuveniles, sociales, populares o clásicas», explicó con mucha ilusión.
Durante un buen tiempo trabajó en el diseño de un violín distinto a los tradicionales, con otro concepto. «La idea era que sonara bien, que tenga buen volumen y sea cómodo para tocar», explicó y destacó que resulta relevante que la tradición asociada al violín no sea un condicionante para los jóvenes que desean aprender a tocarlo; «su origen europeo y la música clásica influyen de forma consciente o inconsciente. La idea es que con estos violines sientan que pueden hacer su propia historia«.
El luthier define su creación bajo un concepto que sintetiza en «austero y moderno». Comentó que muchas veces utilizan tirantes viejos de pinotea para las tapas. Y para los fondos y mangos, algarrobo, nogal o guayubira. «Funcionan muy bien, tienen un peso y una acústica adecuada», apuntó.
Hernán ganó un concurso propuesto por el Fondo Nacional de las Artes y recibió una beca para avanzar en el desarrollo de los instrumentos. Con ese impulso pudo hacer la prueba de materiales, de acústica y la elaboración de planos. En el Festival de Cosquín presentó con orgullo su proyecto. Ahora avanzará sobre el desafiante objetivo de encontrar el financiamiento necesario que permita su producción para que la melodía de su sueño -finalmente- se complete.