François Nolet tiene 29 años y está convencido de que su generación comprende que cualquier emprendimiento debe atravesar hoy un filtro que contemple el impacto social y ambiental, además del rédito económico.
El joven belga admite que su amor por Latinoamérica fue intenso apenas brotó. Primero en Chile, después Colombia y finalmente Argentina que, opina, tiene tanto para ofrecer. Las circunstancias de la vida lo involucraron laboralmente con el Ministerio de Ambiente de Nación y en esa experiencia conoció a quién sería luego su socio, el francés Julien Laurençon.
Ambos aspiraban crear algo nuevo y decidieron reinventar el modelo de producción que hoy en día va en contra de la de regeneración de recursos naturales. En esa búsqueda se encontraron con la industria de los insectos que ya había surgido en Europa. “Nos cerró por todos lados, era innovador y necesitamos desarrollarlo en Argentina porque es el país del agro”, comentó.
Después de charlas, investigación y entusiasmo, en 2019 nació Procens. Hace unos días comenzaron a construir el primer módulo de su biofábrica en un terreno de 6.000 metros cuadrados en el Parque Industrial de Balcarce.
Fran explica que la actividad consiste en una innovación sistémica que provoca distintos impactos positivos y está vinculada a diferentes sectores de la industria. “Recuperamos desperdicios alimenticios y subproductos de la agroindustria. En Balcarce, por ejemplo, recuperamos el subproducto de la papa”, explicó y agregó que con la valorización de estos desperdicios van a formar un alimento para la larva de la mosca nativa «soldado negra».
“Tiene la particularidad de convertir ese desperdicio en proteína, además de generar un abono -una enmienda natural- muy rica para alimentar los suelos y plantas”, señaló el joven emprendedor. En definitiva se trata de un proceso muy acelerado y a gran escala que transforma los desperdicios alimenticios en proteínas de alta calidad y enmiendas orgánicas para los cultivos locales.
La biofábrica está en construcción y tendrá varios galpones. La planta piloto se va a levantar en uno de 800 metros cuadrados en donde se desarrollará la actividad primaria, la cría de los insectos. Y después, se construirá otro galpón para la transformación de las larvas en proteína y aceite de alta calidad destinada a la alimentación de los animales.
Fran contó que “este año estamos enfocados en la creación de la nueva industria y estimamos que en 2023 estaremos procesando 5 toneladas de desperdicio y en el año vamos a producir unas 100 toneladas de harina proteica. Ese es el objetivo”.
En Argentina se generan 16 millones de toneladas de desperdicios por año que, su mayoría, terminan pudriéndose en los más de 5.000 vertederos del país. Gallinas, cerdos, peces, necesitan de proteínas para crecer y hoy se alimentan con harina de soja o de pescado cuya producción contribuye a la pérdida de biodiversidad de los suelos y ecosistemas marinos.
Como parte de su modelo de economía circular, Procens firmó un contrato por siete años con la multinacional McCain y un convenio con el Banco de Alimentos, que le proveerán sus desperdicios como materia prima para criar las larvas.
Destacó que con este proceso se soluciona el problema de los desperdicios alimenticios y se genera un alimento totalmente natural “y mucho mejor para la salud de los animales que impacta en la salud humana”. Las larvas de mosca soldado negra son capaces de trabajar con gran variedad de materia orgánica. Los desperdicios deben estar limpios y ser de origen vegetal.
Otro aspecto relevante es la generación de compost -gracias a los insectos- que regresa a los suelos. “Tenemos que buscar alternativas para recuperar la vida de los suelos porque si no lo hacemos, termina repercutiendo en la vida de los ecosistemas terrestres y la salud de las personas”, apuntó Fran quien admite que la economía azul es la principal inspiración para abordar su emprendimiento.
La economía azul es una propuesta creada por el economista belga Gunter Pauli. Es un concepto similar a la economía circular, ambas se basan en la sostenibilidad del modelo a largo plazo. La economía azul tiene como idea principal imitar el comportamiento de los ecosistemas naturales.
“Somos conscientes de que tenemos que hacer algo para cambiar el modelo actual. Buscamos algo que nos satisfaga a nivel personal que tenga utilidad para la sociedad, más allá del rédito económico. Los negocios del mañana que no contemplen el impacto social y ambiental, no tienen mucho futuro. Hoy los consumidores, los inversores y la comunidad en general comenzaron a valorizar esto también”.
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