Graciela Viegas estudió arquitectura y en los pasillos de la facultad de La Plata descubrió su vocación, su versión profesional más auténtica. Primero se vio atraída por la combinación del arte, la ciencia y luego indagó la dimensión social.
Graciela es además investigadora del CONICET y se dedica a estudiar la aptitud energética ambiental urbana. Junto a un nutrido equipo de profesionales desarrolló Poncho, un producto que sirve para el aislamiento térmico-acústico alternativo de viviendas en barrios vulnerados.
Contó que en la facultad descubrió que había otra visión de la arquitectura que tenía que ver más con la sensibilidad ambiental, con una mirada más ecológica. «Me encontré con personas que pensaban de la misma forma”, contó y recordó que mientras estudiaba se incorporó a un instituto de investigación que trabajó sobre la iluminación natural, la calidad ambiental y la eficiencia energética. Esa experiencia sirvió para definir su perfil profesional.
El proyecto que lidera se gestó luego de conocer la inquietud de cooperativa de recicladores de La Plata que trabajan en el reciclado urbano. Plantearon la problemática del telgopor. No lo venden porque rinde poco su recolección, ocupa mucho lugar, pesa poco y es muy contaminante. “Nosotros ya veníamos trabajando con aislamientos técnicos alternativos, entonces decidimos avanzar en la idea de hacerlo con telgopor reciclado y lo trituramos con otros elementos”, explicó.
El aislamiento térmico convencional es costoso. Muy poca gente lo incorpora a sus viviendas, «aunque es muy importante porque genera mejor confort, reduce el consumo de energía y los problemas asociados a la humedad en la construcción”.
Graciela admite que el perfil profesional de las y los arquitectos está orientado a los sectores de mayores recursos que pueden pagar su trabajo. Recordó que en 2001 hubo una revisión sobre la naturaleza de la profesión y luego asomaron grupos de estudiantes interesados en hacer trabajo de campo en sectores de la sociedad con mayores necesidades. “Igual sigue siendo un porcentaje bajo”, reflexionó.
El proyecto que moldeó junto al arquitecto Gustavo San Juan y la diseñadora Laura Reynoso se presentó en 2020 a una convocatoria que realizó el programa Emprendé ConCiencia, la iniciativa de la Fundación INVAP y del Ministerio de Desarrollo Productivo de la Nación.
Dijo que cuando la llamaron, sabía que habían quedado. Estaba convencida. Destacó el valor del trabajo que hace la fundación; “es una comunidad hermosa, con sensibilidad hacia el contexto, con la naturaleza, a través de proyectos que buscan ser viables”.
El proyecto se involucró con la cooperativa de recicladores y levantaron una planta de producción con el objetivo de desarrollar un producto que se pueda comercializar. Así le dieron forma a la iniciativa que consiste en la generación de placas de bajo costo con materiales desechados producidos por los propios recicladores. «De esta forma, se agrega valor a un residuo y se generan oportunidades de trabajo».
Graciela considera valioso que en este proceso se involucren los municipios porque es un residuo que deambula por las calles. Si se genera un sistema que permita la recolección del telgopor pueden crearse proyectos asociativos como sucede en Tandil.
El Municipio de la localidad bonaerense creó un sistema de reciclaje de embalajes de poliestireno expandido o telgopor que desarrolla la Asociación Civil Punto Verde Tandil, en conjunto con la Dirección de Medio Ambiente del gobierno local. Convierten el material recuperado en bolitas de telgopor que pueden utilizarse para hacer mezclas cementicias sostenibles. De esta forma reemplazan una parte de recursos no renovables como la arena o el polvo de piedra.
En diciembre la iniciativa fue seleccionada en el marco de una convocatoria que realizó el Ministerio de Desarrollo Productivo. «Eso nos permitió comparar equipamientos para desarrollar el aislamiento térmico alternativo, considerando la posibilidad de producir en mayor escala», destacó. Pudieron entonces comprar una prensa y eliminaron el aglutinante que subía el precio de las placas considerablemente. Ahora se utiliza una mínima cantidad de cemento y el telgopor triturado.
Luego de colocar las maquinarias en un espacio de la cooperativa, el siguiente paso será empezar la producción de placas para comercializar.
Por el tono de su voz, se puede percibir que Graciela es una emprendedora de espíritu positivo, de las personas que no se rinden y que confían plenamente en el camino escogido.
El proyecto aspira a dar respuesta a las viviendas de sectores populares. Son 4.416 barrios populares en el país, habitados por 929.665 familias. La arquitecta dice que hoy se viven situaciones de extremo frío y calor en viviendas que no incorporan aislamiento térmico; “me refiero a las paredes y los techos. Es importante incorporar una capa más que mejore las condiciones interiores. Eso mejora la calidad ambiental de las personas, y beneficia especialmente a los niños y niñas que sufren problemas respiratorios”.
Escucha parte de la entrevista radial