Vive en el cuarto piso de un edificio en Barcelona. Al lado del escritorio donde escribe y descubre vidas, tiene una ventana que le muestra un árbol inmenso. También tiene cerca una jaula de buen tamaño, sin puertas, para que paseen gorriones, mirlos y palomas torcazas.
Ima Sanchís es periodista y hace entrevistas hace 24 años en la sección La Contra del diario La Vanguardia de España. Antes debía ir a la redacción, pero ahora disfruta de su casa, el encuentro con la naturaleza y la música. “Es reconfortante”, sintetiza en Pausa, el programa que conduce Vivian ‘Lulú’ Mathis.
Dice que las ciudades provocan mucho ruido, que está comprobado que ese barullo nos afecta mucho. Considera que se trata de una pandemia mundial y que es necesario replantearse la idea sobre cómo deben ser las ciudades.
De niña le gustaba dibujar, pintar y también escribir. A los 9 años lo hacía en su diario íntimo, y una vez ganó un concurso que propuso Coca Cola en los colegios. Eso la animó mucho. Con 17 años ya estaba ejerciendo el periodismo de forma profesional con la curiosidad como aceitado motor.
Publicó en 2004 el libro El don de arder: mujeres que están cambiando el mundo. En la introducción se puede encontrar el alma del periodismo que ejerce Ima: “Siempre he pensado que si no es para dar esperanza, no merece la pena escribir”.
Recordó la experiencia de cubrir la guerra civil de El Salvador en 1979. Dice que le llamaba mucho la atención que en el escenario donde se levantaba el horror, hubiera risa, madres en los ríos con los niños jugando, mientras lavaban la ropa. “Yo retrataba eso. Cuando volví a España, lo mostré y me preguntaron si venía de una fiesta. Querían muertos, no niños jugado”, contó.
Cuando diseñó la sección La Contra del diario La Vanguardia lo pensó mucho. El diario -consideró- ya tiene un buen puñado de noticias que provocan inquietud, angustia. Para la periodista hay que escribir ‘ventanas’.
“También es importante encarnar las cosas, no solo vivir en el mundo de las ideas”, planteó y recordó que cuando hacía sus primeras entrevistas, se dio cuenta que le despertaba interés lo que habían vivido esas personas, no tanto lo que pensaban. “Las que yo hago responden a una búsqueda personal porque somos espejos, los unos de los otros. Yo no ilustro a los lectores, soy como ellos. Estamos en el mismo nivel, solo que yo se contar las cosas porque me dedico a eso”.
Y para ella, todos tienen algo para contar. Recordó a Margarita que vivía en la calle. Iba a los hospitales para acompañar a las personas que no tenían a nadie. Su historia -asegura- es tan válida como la de una afamada personalidad.
Ima siente que, en parte, es fruto de su trabajo por todo de lo que se ha nutrido. Asegura que aprendió a ser humilde, “a entender que formo parte de un todo, que hay que poner buena cara a la vida porque vi gente increíble que, más allá de todo, lucha por los otros. Comprendí también que ser amable nos sana”.
“¿Cómo veo al periodismo? Quebrado, desanimado, perdido”, respondió y agregó que “hemos caído en el mundo del capitalismo caníbal. Todo es más y más rápido, y cuántos clics tienes. Eso no da espacio a reflexionar”. Dice que, además, le asusta que los jóvenes hoy no se levanten del ordenador. “Hacer periodismo es ir, ver y contar lo mejor que puedas. No es un refrito de internet. Por desgracia se hace mucho”, lamentó.
Y en este camino donde florece la curiosidad, las preguntas siempre son fundamentales. Si no las hacemos, piensa Ima, no obtendremos respuestas, por dolorosas que sean. Es que hacerse muchas preguntas “es doloroso porque la mayoría no tienen respuestas o tienen demasiadas. Tampoco es cierto que todo es relativo. Alguna verdad hay, pero encontrarla requiere de muchas preguntas” .
Ella se sigue preguntando si existe un Dios, por ejemplo. Si existe una oportunidad más después de esta vida.
Admite que siempre le ha interesado mucho la naturaleza y los animales. Entre el barullo impertinente de la ciudad y el diálogo lúcido de los gorriones, Ima piensa y dice convencida que el periodismo debe bajarse del tren de alta velocidad porque no hace falta. Solo entorpece el oficio.
Escucha la entrevista en Pausa