Annett Castro nació en el caluroso y desértico estado de Sonora, en México, en un hogar de puerta siempre abierta, revestido de sensibilidad y amores. Ahora su vida pasa en Ciudad de México donde logró darle un giro trascendental a su carrera como diseñadora de moda.
Todo comenzó en 2012 cuando una institución le pidió organizar el primer desfile de personas con discapacidad de México. Y la experiencia resultó impactante. “Me enamoré de los jóvenes que tenían la emoción de empoderarse”, recordó Annett quien hasta ese momento solo había trabajado en proyectos de moda vinculados al glamour que se abriga con barreras elitistas.
Sintió que ese pedido había despertado un nuevo camino en su carrera, más sensible. Ese fue el origen de Moda Incluyente.
En los primeros años los desfiles fueron de beneficencia. Asistían los familiares de los modelos, y era frecuente encontrase con gente que salía emocionada por la propuesta. Pero Annett impulsaba una idea distinta. “La cultura de la inclusión debe romper paradigmas y generar cambios”, definió y en 2014 se presentaron por primera vez en una feria internacional en Guadalajara. Los visitantes ya no eran familiares, sino compradores que resonaban con la iniciativa.
Cuatro años después, una diseñadora de moda guatemalteca con Síndrome de Down, Isabela Sprigmuhl, participó de una feria. “Hicimos un desfile muy incluyente porque invitamos modelos con y sin discapacidad. La gente entendió que la inclusión no es solo sensibilización, sino un estilo de vida.»
La preparación de cada desfile toma de tres a seis meses y se incluyen cuatro discapacidades: auditiva, motriz, intelectual y visual, por lo que los modelos que participan lucen prendas diseñadas específicamente para satisfacer sus necesidades, sus gustos y para sentirse cómodos.
El encuentro de Annett con las personas que atraviesan alguna discapacidad fue siempre respetuoso. Recuerda a su abuelo que tuvo que usar sillas de rueda durante diez años y ella, de niña, lo veía con absoluta naturalidad.
Además, vivió en un hogar que tenía una conducta responsable con la comunidad. “Era una familia muy participativa, solidaria. Y con mi abuelo materno tuve una relación muy bonita. Siempre usó una herramienta de apoyo para poder caminar. Era natural. Alguien que apoyaba a mi abuela, tenía una hija con Síndrome de Down que jugaba con nosotros cuando la visitábamos”, recordó. La empatía estaba incorporada en las articulaciones de la familia.
«Lo hago de corazón”, aseguró sobre Moda Incluyente y mencionó con orgullo casos exitosos en este camino. Es una satisfacción ver cómo los modelos que participaron de la experiencia en algún momento, hoy lo hacen de forma profesional.
Otra conquista que despertó el orgullo de Annett fue la incorporación de la materia de ética y responsabilidad social en las escuelas de modelos luego de sus conferencias. “Eso es fabuloso”, reflexionó orgullosa quien, ademas de diseñadora, es docente.
Los próximos pasos de Moda Incluyente incluyen el desarrollo de una colección de remeras con mensajes de inclusión y los cursos específicos para personas con discapacidad, como el maquillaje para personas ciegas.
Hay historias en este recorrido que permiten a Annett explicar por qué hace lo que hace. Recordó que luego de una conferencia, una mujer deportista se acercó a ella para decirle que tuvo una enfermedad en su infancia y debieron amputarle su pierna. “Me dijo que no podía ponerse una falda o vestido, que le daba pena. Le di algunas recomendaciones para sentirse cómoda y al tiempo recibí una foto que decía: ‘lo logré’”.
También mencionó una sesión de fotos que, cuando la recordó, se anudó la voz de emoción. Una modelo con vitiligo le dijo que aquello que la hizo llorar de niña, por su piel pigmentada, hoy era su trabajo. Por años había llorado. Entonces Annett pensó que sería una buena idea desarrollar una sesión de fotos en Sonora. Unieron a una modelo de 20 y a otra de 9, ambas con vitiligo. La mayor se quebró y le dijo: ‘ojalá esto me hubiera pasado a mi de niña. Ojalá hubiera podido ver mi reflejo en una mujer adulta realizada’.
Y Annett se emocionó.