La música para chicos en barrios populares: «La transformación social es muy fuerte»

Oscar Albrieu Roca inicia la charla rodeado de cientos de instrumentos musicales. Son bellas creaciones de cuerda, de viento y de percusión. No hay espacio para otro decorado en el ambiente del Art House. Oscar es el orgulloso coordinador del Programa de Orquestas Infantiles y Juveniles de la Ciudad de Buenos Aires.

Su amor por la música tomó forma a los 12 años, cuando comenzó a tocar la batería con amigos en  la localidad rionegrina de Villa Regina. Apenas empezó, su madre convencida lo impulsó a que estudie en General Roca -a 46 kilómetros- en el Instituto Universitario Patagónico de las Artes (IUPA). “Ella veía que me gustaba y que me hacía bien”, recordó Oscar.

Cuando finalizó la secundaria, imaginó que podía estudiar economía pero el amor por la música fue más fuerte. Se especializó en vibráfono y música contemporánea.

Orquesta de Musica Escuela Parque Avellaneda
Foto Rolando Andrade Stracuzzi

En el Programa de Orquestas Infantiles dio su primer paso en 2005 como profesor; tres años después fue coordinador del área de percusión y en 2019 se convirtió en el director general. En ese recorrido observó de cerca -e impactado- cómo la música transforma realidades.

“El programa se aplica en sectores vulnerados y cuando constatas la transformación social es muy fuerte. A veces estas metido en la vorágine diaria con partituras, viendo como reemplazar un profesor que faltó o buscando cuerdas para los violines y te perdes lo más importante que es la capacidad que tiene la música de modificar conductas internas. Y eso cambia todo”, aseguró.

La mayoría de chicos y chicas que asisten a la orquesta viven en villas con inmensas carencias materiales. “Son invisibilizados por la sociedad”, reflexionó Oscar y destacó el cambio que se provoca cuando  pasan de la calle a subirse a un escenario. La gente los escucha en silencio, los aplaude y felicita. “Para el autoestima es muy importante. Eso permite que la transformación sea grande”, apuntó.

Oscar Albrieu ingresó al programa en 2005

Los visitantes del Programa que tienen problemas de comportamiento y aprendizaje encuentran en este espacio una respuesta. A través de la música descubren una rutina de estudio, un lugar para calmarse y poder expresarse. La música colectiva, explica Oscar, tiene mucho de los roles sociales que deberíamos cumplir en comunidad. “Escuchar al otro, poder decir cuando tengo que decir, hacerlo fuerte cuando corresponde y acompañar a otro para que resalte. Son cuestiones de la vida civil”, apuntó. El ejercicio es con la música aunque el rionegrino es consciente del valioso trasfondo.

Oscar aprecia el inmenso aprendizaje que aportó el camino construido por el Programa. Una de las consignas más importantes fue ordenar las prioridades de su vida. “Vengo de una formación académica y sufría si un concierto no salía como yo quería. Eso no tiene ninguna importancia, la música pasa por otro lado. Y cuando ves que hay gente que vive en la carencia e igualmente afronta situaciones muy difíciles me pregunto de qué me quejaba”, reflexionó. Dice que todo lo que hace hoy lo piensa desde la grupalidad.

Además de la música, el equipo que trabaja con Oscar garantiza desayuno, meriendas y almuerzos para los chicos de la Orquesta. La asistencia a esos momentos del día es un indicador de la crisis social que atraviesa el país. Considera que hoy la situación social es muy compleja y se nota; “también se ve que las redes que funcionaron muy bien en los barrios hoy están rotas, como los comedores. Es preocupante y triste”.

Oscar se lamenta cuando escucha discursos que banalizan la cultura y la educación. “Se piensa como un gasto y no como una inversión. Lo cierto es que un programa como este, que aporta instrumentos y formación, solo lo puede ser garantizado por el Estado”, señaló y agregó que las posibilidades que se generan son enormes. La salida laboral es concreta.

El crecimiento de la Orquesta fue sostenido. El proyecto se inició con Claudio Espector y Beatriz Fuchs en 1998 con 200 alumnos, hoy cuenta con alrededor de 2000. “Para mí es el mejor trabajo del mundo”, define sonriente el artista que carga con gusto una gran responsabilidad porque después del primer sonido de la batería en Villa Regina descubrió el inconmensurable tamaño de la música.