Un reciente trabajo de la Universidad de Nuevo México reveló que cada vez tenemos más microplásticos en el cerebro. Los investigadores analizaron el tejido cerebral de 92 fallecidos de 2016 y 2024. Encontraron que quienes murieron en 2024 tenían un 50% más de estos fragmentos en el órgano.
La noticia fue impactante aunque forma parte de una extensa hilera de investigaciones que ya descubrieron que los microplásticos están en todas partes.
Marina Alma es doctora en Biología y trabaja en el Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente (Inibioma), en San Carlos de Bariloche. Después de estudiar el comportamiento de las hormigas durante su doctorado, entendió que debía abocarse a un tema que colaborara a resolver un problema real de los humanos. En ese momento se encontró con los microplásticos, gracias a una compañera de trabajo, Micaela Buteler.
En 2019 comenzaron a evaluar la contaminación de los lagos de la Patagonia. Quisieron saber si existía una relación entre la cercanía de poblaciones humanas y la cantidad de los microplásticos encontrados.
“Descubrimos que todos los lagos, sin importar la cercanía con las zonas urbanas, tenían la misma cantidad de microplásticos; 5.257 micropartículas por metro cúbico de agua”, contó y agregó que el muestreo se hizo en los lagos Nahuel Huapi, Gutiérrez, Moreno, Mascardi, el Espejo Chico y el Grande. En cuanto a la cantidad de micropartículas, Marina comentó que es comparable con otros lagos del mundo, ni mejor ni peor.
Descubrieron también que en el lago Nahuel Huapi el nivel de contaminación por microplásticos se incrementa si la muestra se realiza en la zona donde se ubica la planta de desechos cloacales. “Creemos que el factor que causa el aumento proviene principalmente de microfibras textiles, ya que los lavados van a los efluentes cloacales y nuestra ropa desprende ese material”, explicó.
¿Por qué existe el mismo nivel de contaminación en todos los lagos? La respuesta es preocupante. Según Marina, las microfibras y microplásticos se transportan en el ambiente, a través de corrientes de aire atmosférico. Existen estudios que muestran que hay contaminación plástica en Los Alpes o Los Himalayas, en zonas prístinas donde no hay contacto con seres humanos.
En definitiva, hay microplásticos en todos lados. En lo que tocamos, comemos, tomamos o respiramos. “El problema es que el plástico no se degrada, y reciclar es prácticamente una falacia porque el plástico queda para siempre. Además, sólo se recicla el 10% del material que se produce. Estamos hablando de millones de toneladas”, señaló con preocupación y agregó que solo en la agricultura se generan 12,5 millones de toneladas anuales. Eso equivale al 3,5% de la producción plástica del mundo.
Para la doctora en Biología es fundamental “hacernos cargo que tenemos un problema para después plantear qué podemos hacer”. En una publicación que realizaron en la prestigiosa revista Nature evidenciaron que la legislación sobre producción orgánica no regula el uso de plásticos. “Podes ser un productor orgánico y usar la cantidad de plástico que quieras”, apuntó y reflexionó que, en teoría, la producción orgánica busca ser sustentable y cuidadosa con el medio ambiente, considerado el impacto en otros sistemas, no solo el propio campo de producción.
En Estados Unidos existe una regulación sobre el uso de cobertores plástico que se aplican para el suelo y que previene el crecimiento de malezas y retiene el agua. La legislación establece que el productor lo tiene que reemplazar todos los años. La pregunta inmediata es: ‘¿y qué hacemos con ese plástico que sacamos?’. La normativa no propone ningún método de manejo.
El próximo paso en el trabajo de investigación de Marina es estudiar la percepción que tenemos sobre el plástico, si lo consideramos un compuesto químico contaminante. Dijo que quieren evaluar cuánto plástico usan los productores en Bariloche. “Muchas veces la gente no sabe que está usando plástico o que su ropa es de ese material”, señaló.
Para Marina, la transformación debe ser diaria y empezar con un paso a la vez. Si pretendemos quitar el plástico de nuestras vidas de forma inmediata, probablemente nos encontremos con el fracaso. Quitar las bolsas de plástico del supermercado es un ejemplo de lo importante que es la intervención del Estado.
“A mí me llena el alma si alguien que me escucha o lee se replantea lo que está haciendo y reduce algo. Si puedo contagiar, y decidimos salir del lugar de única especie del planeta, ya está. Para mí es una semilla”.