El tejedor solidario elabora prótesis para mujeres que atravesaron mastectomías

Por Lorena Direnzo

La iniciativa surgió casi de casualidad. Pero quizás era el camino que el colombiano Juan Diego Castillo estaba buscando. Tres años atrás, este colombiano se lanzó a tejer prótesis para mujeres con cáncer de mama, que habían perdido un seno luego de una mastectomía. Hoy recibe pedidos y más pedidos y una vez que termina las prótesis las envía gratis. También asesora a instituciones en otros países para que repliquen el programa solidario.

La idea se gestó en Estados Unidos, a través de la Fundación Knitted Knockers (Senos Tejidos), que hoy está conformada por tejedores voluntarios que proporcionan prótesis en forma gratuita a quienes lo solicitan. «Las prótesis mamarias tradicionales pueden ser calientes, pesadas y pegajosas. Los ‘knockers’ de punto son suaves, cómodos, hermosos y cuando se colocan en un sostén normal toman la forma y el tacto de un seno real. Son ajustables, lavables e incluso se pueden usar mientras se nada», promocionan en la página web de esta organización creada por Bárbara Demorest.¿Por qué? Luego de atravesar una mastectomía, esta estadounidense estaba muy cansada de la prótesis de silicona y decidió tejer una. En ese momento, cuenta, se sintió «nuevamente abrazable».

«Cuando una mujer pierde el pecho, cree que otras personas pueden percibir el hueco, aunque, en realidad, no se dan cuenta. Es su percepción. Pero una silicona super rígida, se siente como un cuerpo extraño. Estas prótesis, en cambio, son suaves y parecidas a un seno real», resume Juan, de 56 años que nació en Huila, al sur de Colombia. Es un fotógrafo especializado en capturar obras de teatro y naturaleza. A partir de la pandemia, inició este otro camino que cambió su vida.

Las prótesis se entregan de forma gratuita.

Esta propuesta era completamente desconocida para Juan hasta que un día, ya harto del frío que azotaba Colombia, decidió comprarse un gorro. El valor de la prenda lo horrorizó y decidió tejerlo él mismo. Logró hacerlo siguiendo unos tutoriales por internet.

Al salir de la tienda donde compró la lana, observó a muchas personas en situación de calle y pensó en el frío que sentirían. Así fue como decidió tejer gorros también para ellos. Regresó a la tienda en busca de más lana y la vendedora, sin aguantar la curiosidad, le preguntó por semejante cantidad. Juan le reveló su intención. La mujer entonces le exhibió una prótesis de fibra. «Cuando termine esos gorros, podría dedicarse a esto», le sugirió con una sonrisa y la chispa se encendió rápidamente.

«Estas prótesis fueron creadas por Bárbara en Estados Unidos y ella aporta el patrón a quien lo pida, con la única condición de que se entreguen gratis. En mi caso, arranqué con unas tejedoras que integraban una fundación. Pero empezaban a llegar pedidos y más pedidos que no lograban cumplirse. Era frustrante. Entonces, decidí abrir mi propia fundación para atender el requerimiento de cada persona que solicitara una prótesis», cuenta.

Juan Diego Castillo

Así nació la fundación Oropéndola. El nombre alude a un pájaro de Colombia que teje sus nidos con el pico. Son como una especie de bolsa alargada, tejida con fibras vegetales, que cuelgan de las ramas de los árboles.

«Cuando una mujer tiene cáncer y deben quitarle su seno a través de una cirugía, puede someterse a una reconstrucción si el médico lo ve conveniente. A veces, quedan planas y deciden usar prótesis externas. Algunas acuden a la silicona, pero ese material no puede estar pegado a la piel. Al atravesar una cirugía, te quitan muchos ganglios y la zona queda delicada y sensible», advierte al tiempo que insiste en el cuidado vinculado a la sensibilidad de la piel. «Usamos materiales naturales 100%. En Estados Unidos, tienen un listado de los materiales autorizados, pero muchos no se encuentran en Latinoamérica, entonces hay que ir buscando qué tiene cada país», recalca.

En Colombia, por ejemplo, decidió emplear hilo de algodón y bambú. Una vez tejidas, se rellenan con algodón siliconado, el mismo relleno de las almohadas, que es antialérgico.

Juan explicó que el tejido debe ser perfecto

Cuando terminó la primera prótesis, la sometió a procesos extremos: la lavó en agua hirviendo y luego, la metió a la secadora para cerciorarse de que no se deformara o que el material no se deshiciera. Solo ahí supo que la prótesis se podía utilizar. «De otros países me han pedido consejos y lo que sugiero es que siempre prueben el material antes de dárselo a alguien porque puede hacer daño», aconseja.

No para cualquiera

La piel de las mujeres que han atravesado una mastectomía es sumamente delicada. Por eso, Juan insiste en que la elaboración de prótesis «no es para cualquier tejedora». El trabajo, más allá de ser artesanal, debe ser lento y minucioso. Se requiere mucha paciencia.

«No puede haber un solo error. En mi caso, tuve que tomar clases con tejedoras hasta que perfeccioné mi puntada. Debe ser perfecta, todas iguales, para que no quede un nudo que pueda dañar la piel», remarca.

Juan Diego contó que se utilizan hilos naturales.

Una vez que aprendió y se perfeccionó, comenzó a dictar talleres para tejedoras que anhelaran sumarse como voluntarias.

La elaboración de cada prótesis depende de su tamaño, pero, por lo general, toma dos horas. «Si tejes una prótesis y la puntada es muy suelta, se saldrá el relleno; si la hacés más apretada, quedará dura y raspará la piel. Cada puntada de una prótesis de seno debe ser pensada. Hay que tejerlas despacio, pensando en cada puntada. Lo más importante es el amor que pone el tejedor», considera Juan.

Lo extraño: un hombre tejiendo 

«Al comienzo, contaba cuántas prótesis tejía hasta que me di cuenta que ese dato solo demostraba la cantidad de casos de cáncer. No era algo bueno y decidí dejar de llevar un registro», cuenta. Sin embargo, decidió convertirse en «un abanderado» del autoexamen mamario. Por eso, comenzó a tejer en público. Y difundió innumerables fotografías suyas tejiendo en Instagram.

Juan busca generar conciencia

«Ver a un hombre tejiendo generaba un gran impacto entre la gente. Le resultaba raro. Muchas mujeres me preguntaban si estaba tejiendo un gorrito. ‘No, les respondía, tejo una prótesis de seno que no debería tejerla si las mujeres se observaran en un espejo con atención, se palparan y prestaran atención a cualquier deformidad o mancha», expresa.

En esa militancia, muchas veces le consultaron si este proyecto había iniciado con algún caso de cáncer en su familia. No fue así, pero resultó que ese caso llegó poco después. «En los videos, siempre aconsejaba a las mujeres que se autochequearan: que no hubiera deformidad, ni manchas y que el pezón no se hundiera. Un día mi mamá se paró frente al espejo y se vio un seno hundido. Recordaba mis videos y se realizó un chequeo. Le diagnosticaron cáncer y le practicaron una mastectomía», relata. En ese momento, Juan tejió la prótesis para su madre.

En el último tiempo, algunas tejedoras se han sumado a la iniciativa solidaria y hasta su esposa colabora con los diseños. Sucede que cada prótesis se envía con una nota que contiene el nombre de la destinataria, la tejedora y los cuidados a tener en cuenta. «Trabajamos con calma. No somos una fábrica, ni queremos serlo», comenta. Juan reconoce que el mayor logro es que hoy se comuniquen con él desde otros países para plantearle que desean replicar la experiencia.

«Esta prótesis fue creada con mucho amor…»

Vanidad y dignidad

Tiempo atrás, Juan recibió un pedido de una mujer: solicitaba una prótesis para su madre de 86 años. Tras recibir el encargo, se cansó de agradecer, pero además, valoró que su madre le había dado una lección de vida. «Ella creía que su madre ya no era vanidosa, pero cuando se colocó la prótesis, se enderezó y comenzó a caminar derechita, casi sin agacharse. En ese mismo momento, se puso a desfilar por la sala. No solo le devolvimos la vanidad sino la dignidad», considera Juan.

¿Quiénes suelen pedir la prótesis? Juan advierte que el cáncer sigue siendo un tema tabú en Colombia; de modo que por lo general, no es fácil pedir ayuda ante la falta de un pecho. A veces, las mujeres se acercan con extrema timidez y hay quienes solicitan una prótesis alegando que es para un familiar, aunque Juan sabe que es para ellas. Otras veces, son sus parejas, hijas, sobrinas quienes hacen el encargo.

«Todo el mundo lleva su dolor por dentro de manera diferente y ahí estamos para acompañar», concluye este colombiano.