Cuando su amigo Emiliano Caroprese llegó con la propuesta, Tomás recuerda que se preguntó “por qué”. Por qué iba a dedicar tiempo de su vida a vender gorras. ¿Qué sentido tenía?. Entonces, descubrió una buena respuesta que lo acompaña hasta hoy: «Quería que ese negocio tuviera un impacto que vaya más allá de lo que pudiera ver, a otras generaciones”.
Tomás Mejía creó -junto a su amigo y socio Emiliano- Trown Headwear, una marca de gorras e indumentaria con una particular consigna: por cada producto que venden, plantan un arbol en bosques incendiados en la Patagonia. Ya llevan 16.000 árboles plantados en los parques nacionales Los Alerces, Nahuel Huapi y Lanín.
“Nací en el barrio Melipal de Bariloche, soy consciente de lo que significa vivir en un entorno natural tan valioso. Y de lo terrible que son los incendios. Por eso quise dar una mano con la reforestación y restaurar los ecosistemas incendiados”, explicó y agregó que, por eso, incluyeron al árbol en el costo del proyecto.
El nombre de Trown se inspiró en el cerro Tronador, un volcán que se encuentra en la zona sur de la Cordillera de los Andes, en la frontera entre Chile y Argentina. Se llama así por el ruido similar al de truenos provocado por los desprendimientos de grandes bloques de hielo fragmentado por importantes grietas en sus glaciares.
En octubre de este año, 150 voluntarios plantaron 5.000 ejemplares de lengas, ñires, coihues y cipreses en el sendero que conduce al Refugio Frey que no habían podido recuperarse del incendio sucedido en 1996 en el cerro Catedral. La importante cantidad de árboles se sumó a los 2.500 que se plantaron durante 2020.
Tomás destila orgullo por los pasos dados cuando describe la experiencia. Destacó que de la iniciativa en el sendero al refugio participaron “jóvenes, grandes, chicos, adolescentes. Es un placer darle una mano al medio ambiente y generar un impacto positivo”. Cuando finaliza cada jornada, brota de forma espontánea el deseo de generar más ecosistemas.
Para el joven emprendedor, todos queremos ayudar y a veces no sabemos cómo. Es que la vida diaria se convierte en una pastosa rutina con cuentas a pagar, “impostergables” obligaciones laborales y problemas personales que generan una distancia con estas valiosas acciones. “Por eso tratamos de generar estos espacios para que la gente pueda devolver al planeta eso que nos da”, destacó.
Tomás está convencido de que hoy es importante volver a las raíces. La vida en comunidad -explica- es en contacto con la naturaleza “y la mejor forma de hacerlo es intentar que esté en estado puro. Nuestro trabajo es restaurarla”.
Si bien existe un impulso idealista en el emprendimiento, las pequeñas acciones son fundamentales. “Esos árboles que plantamos toman después el dióxido de carbono y lo transforman en el oxígeno que respiramos. Es idealismo en cosas concretas”.
Hay una frase en latín que lo acompaña y le sirve de brújula en el camino que emprendió hace ya varios años: “Pedes in terra ad sidera visus” que significa “los pies en la tierra, la mirada en el cielo”. “Es que hay que soñar en grande y dar pasos pequeños para cumplir los objetivos”, explicó.
A Trown Headwear le va muy bien. La lanza del emprendimiento es el propósito. Tomás está convencido de eso. “La idea es lograr que cada uno desde su lugar genere un impacto positivo. Y de a poco, mejorar el mundo”.