Alejandra López es fotógrafa hace 30 años y también considerada una de las mejores retratistas del país. Después de trabajar en el riñón de la industria se preguntó por el 95% de las mujeres que no están en las tapas de las revistas.
Esa curiosidad la llevó a crear Belleza marrón, una muestra fotográfica que cuestiona el racismo y la invisibilización. El trabajo lo realizó con el colectivo Identidad Marrón que está integrado por personas marrones-indígenas racializadas, hijos y nietos de indígenas, campesinos y campesinas migrantes de América Latina.
Dice que siempre hay algún casillero por que las mujeres no encajan. “Y con el tema de la piel, el racismo es algo que -lamentablemente- es algo que está muy naturalizado”.
Alejandra fue fotógrafa del equipo de la revista Viva del diario Clarín y ha publicado en revistas como Elle, La Nación Revista, Brando y Le Figaro Magazine. Actualmente se dedica a la fotografía de gráficas de teatro y cine. Es reconocida por sus retratos de escritores para editoriales de libros como Penguin Random House y Planeta.
Los 12 retratos de Alejandra conforman un ensayo que se propone combatir imágenes con imágenes. Se presentó ya en Centro Cultural Borges de Buenos Aires y desde el 12 de octubre puede verse online en el Museo de las Mujeres de Costa Rica.
¿Cuándo empezaste a tomar la fotografía ya como tu trabajo?
Eso fue hace 30 años. Un montón. Sí, yo estudiaba Letras y tenía la fotografía como un hobby, no me imaginaba que podía vivir de eso tampoco. Me parecía como una especie de afición artística, paralela y hasta se me fue imponiendo de una manera muy clara. Dejé la facultad y empecé a estudiar las fotos cada vez más. En cuanto pude, empecé a buscar algún trabajo. Fue una transición compleja, muy difícil, porque dejar una carrera universitaria es una decisión enorme. También fue muy hermoso descubrir la fotografía porque de chica no tuve claro qué quería hacer. Me parece que además las cosas te encuentran.
¿Cómo surgió esta propuesta de Belleza marrón?
Fue bastante simple. Era una idea que yo tenía hace mucho. Vengo del riñón de la industria y siempre me preguntaba ¿qué pasa con el 95% de las mujeres que no entramos en el canon, que somos la mayoría?. El modelo ya todos lo conocemos: joven, blanca, alta delgada. Si no entras por una cosa, no entras por la otra, siempre hay algún casillero donde uno no encaja. Y con el tema de la piel, el racismo es algo que está muy naturalizado. La gente marrón no entra en los medios y si aparece, está estigmatizada, relacionada con la pobreza, con el delito, con el sufrimiento. Entonces, cuando me encontré con Identidad Marrón, que es un colectivo antirracista que trabaja en ver cómo los medios los invisibilizan, les propuse hacer este trabajo de fotografiar una serie de mujeres activistas del colectivo con las herramientas que se usan en cualquier revista para fotografiar a una mujer. Simplemente es eso.
¿Cómo fue la experiencia de exponerse para ellas?
Estaban súper divertidas, como es para cualquier mujer hacerse una foto donde te cuidan, te maquillan, te visten. Creo que fue una experiencia muy interesante para todas, para mí, para ellas, para todo el equipo porque era como jugar. El tema fue cuando se expusieron las fotos. Es increíble la cantidad de comentarios insólitos de la gente. No están acostumbrados a ver a gente marrón con los parámetros de cuidado que ves normalmente en las revistas. No debería chocarte porque qué hacen las revistas, ¿no? Te maquillan, te peinan, te visten y te sacan una foto. Seas lo que seas, médica, modelo, actriz. El tema es que nunca estás en ese lugar si sos marrón.
Y sobre esa reacción, ¿qué más podes contarme?
La mayoría, debo decir, compartió una mirada muy amorosa y, sobre todo, una mirada muy agradecida que me sorprendió enormemente de chicas marrones. Me dijeron que era la primera vez que veían a alguien parecida a ellas fotografiada. Y eso fue muy reparador y muy inesperado. Fue muy fuerte.
Y por el otro lado…
Te diría que una mirada un poco torpe. Pensar que porque una persona tiene rasgos indígenas, marrón, es una persona que tiene sabiduría ancestral y tiene que estar vestida con un poncho tejido a mano. No ver que las mujeres marrones son como cualquier otra mujer en nuestra sociedad, que son urbanas, muchas de ellas, que van a la facultad, trabajan en la oficina. Entonces, ¿por qué te choca verlas bien vestidas? Esa es la pregunta, ¿no? ¿Tienen que estar siempre ancladas en un paisaje agreste o en la puna?. Hay una cosa medio ridícula de encajar a la gente en ciertas etiquetas cuando en realidad, si estás un poco atento y te fijas con quién tomas el tren o con quién tomas el colectivo, vas a ver que somos diversos y diversas. Y hay gente blanca, hay gente marrón.
Imagino que es reconfortante sentir que tu trabajo es un servicio cuando recibís las devoluciones de mujeres que hoy no se sienten reflejadas en los medios.
Sí, yo creo humildemente que todos tenemos que reflexionar mucho sobre esto porque hacer sufrir a mucha gente no está bien. Así de simple, no está bien.