Bioconstrucción: las casas «vivas» que respiran de la Comarca Andina

Por Lorena Direnzo 
En 1975, Li Mayer desembarcaba en Mallín Ahogado, a 15 kilómetros de El Bolsón, en la provincia de Río Negro.  En ese momento, el paraje era un sector desierto lleno de callejoncitos y picadas a la montaña. «Mis padres eran viajeros, los auténticos hippies que se asentaron en el lugar. Estaban en plena búsqueda del encuentro con la naturaleza que, aún hoy, seguimos buscando», comentó Brisa Mayer Satto, la hija de Li que, hoy, también vive en esa zona rural junto a sus hijos.
El 30 de enero pasado, un incendio se desató en la zona de Confluencia. Con las fuertes ráfagas de viento, se propagó rápidamente y la casa de Li fue la cuarta chacra de la zona en prenderse fuego. «El fuego llegó en una hora y arrasó con todo. La chacra la habíamos hecho nosotros: hicimos las huertas, plantamos los frutales, construimos las casas y parimos ahí a nuestros hijos (no solo yo sino mis hijas)», lamentó la mujer.
Brisa nació en San Pablo, Brasil, y tenía tan solo 3 años cuando llegó a Mallín. 16 años atrás, la idea de construir en barro, usar energía solar y volver a reciclar se volvió en ella más y más fuerte. «Mi cuñado ya había experimentado con la bioconstrucción y la permacultura y alucinamos con esa información. Fuimos aprendiendo a medida que construíamos. Hicimos una casa de fardos. Estábamos apasionados con esto de experimentar, aprovechar la energía solar para calentar las casas. Nos encantaban este tipo de construcciones que respiran y absorben la humedad», confió.
Un aspecto fundamental de la bioconstrucción es el trabajo comunitario
La casa de su madre, en cambio, advirtió, no había contemplado el paso del sol, «ni los chifletes». «Cuando uno incorpora estos conceptos, las casas son más agradables, se calientan más rápido en invierno y son más frescas en verano. Las casas regulan desde su respiración, absorben y devuelven la temperatura al interior de la casa. Son como casas «vivas», enfatizó Brisa que, poco a poco, fue aprendiendo y capacitándose en construcción natural.
Autoconstrucción y mingas
La bioconstrucción fue tomando un fuerte impulso en la Comarca Andina años atrás, a través de la autoconstrucción y las mingas, un movimiento entre vecinos para mejorar, a través del trabajo comunitario, la calidad de las viviendas y lograr la aislación térmica.
Hasta el incendio, llegaron a haber unas 300 viviendas construidas con materiales naturales y muy llamativas estéticamente: hexagonales, con varios techos superpuestos, techos vivos, e incluso baños redondos.
Los techos verdes prometen mejorar la calidad de vida
«Hoy nuestras casas desaparecieron. La idea, sin dudas, es reconstruir bajo este mismo concepto», reconoció Brisa que, actualmente trabaja en bioconstrucción (se especializa en las terminaciones, pinturas naturales y revoques finos), al tiempo que se desempeña en un espacio de aprendizaje para infancias.
«Ante la emergencia, estamos buscando la forma para que la construcción sea más ágil, porque lo cierto es que nos pasamos la vida construyendo estas casas. Se construía a medida que se juntaba algo de plata (estamos en una zona que no genera mucho dinero) y uno ha dedicado mucho tiempo a los revoques y a los miles de detalles. Ahora, serán casas bajitas para no subir muchos andamios. La idea es levantar el brazo y revocar, pero aprovechando esta posibilidad que nos da el fuego de incorporar conceptos».
Un proceso simple, pero largo y minucioso
Barro, paja, arena, arcilla, troncos para la estructura. «Todo es más orgánico. La industria para la construcción, en cambio, es poco ecológica. Ahora que se quemaron nuestras casas, los deshechos vuelven a la tierra así como vinieron. No deja basura», dijo Brisa aunque acotó que la bioconstrucción no resulta más económica «desde el punto de vista de la mano de obra porque es muy trabajosa».
Comienza el trabajo para levantar casas luego del incendio en la Comarca Andina
El proceso de construcción es simple, pero también largo y trabajoso, con los revoques y los detalles. Brisa la definió como «una construcción para hacer en tribu».
El alemán Gernot Minke es considerado el padre de la bioconstrucción, con el impulso de los techos verdes, los jardines verticales y las paredes de fardos de pajo y barro. «Desde lo estético, el barro te deja jugar un montón, se pueden hacer cosas muy hermosas. Se pueden usar botellas como vidrio doble que aísla y da una luz hermosa, a modo de vitraux», agregó Brisa que si bien estudió Artes Plásticas, dijo haber descubierto, a través de la bioconstrucción, «esculturas gigantes hermosas».
«Es desgastante trabajar en una obra, pero me encanta y los bioconstructores son bastante apasionados. Ahora, estamos trabajando con un grupo, viendo la manera de encontrar, desde la bioconstrucción, una casa rápida, ágil y calentita para los afectados por el incendio. Hay bioconstructores  que diseñaron un módulo que ofrecen en Mallín. Ya estamos arrancando a trabajar: recién se apagó el fuego, pero ya empezamos a limpiar las charcas».
Brisa Mayer Satto descubrió la bioconstrucción gracias a su cuñado
Al consultarle a Brisa por qué eligió el camino de la bioconstrucción, respondió que es «agradable vivir en una casa que palpita, con paredes que respiran y emanan calor por las noches. Mantienen la temperatura de la ruca y hay un oxígeno diferente. Se siente la diferencia con una casa de cemento -aunque no lo despreciamos-«.
«Con la construcción natural hay una reducción en la huella de carbono, se acorta el desplazamiento de materiales hasta el lugar de la construcción, se genera mucho trabajo local porque se compra a los aserraderos locales, la mano de obra es local y trabajamos con principios bioclimáticos» (Rodolfo García Nuñez).
 Bioconstrucción en el mundo
Recorriendo varias ciudades del mundo, Gerardo Barrio, de Bioconstruir Patagonia, descubrió la construcción natural. Este boom se registró en la Comarca Andina 12 años atrás. «Tuve la suerte de vivir en casas de adobe en Argentina. Cuando me vine a vivir a Mallín, empecé a improvisar con mi familia y surgió una especie de escuela de permacultura que tomó un impulso enorme. Se fue generando un movimiento de mingas, ayudas entre los vecinos para mejorar la calidad de las viviendas y se dio una explosión», comentó este hombre oriundo de Lanús que se estableció en El Bolsón en 2003. Se dedicaba a las ventas hasta que se enamoró de la construcción natural.
Es importante contar con los materiales de la zona para la construcción
«El fenómeno tomó una inercia difícil de frenar. Los que tenían prejuicios ya no los tienen porque saben que si hay 20 grados bajo cero afuera y 20 grados adentro de la casa y por ende, consumís mucha menos metros de leña, significa algo», agregó.
Destacó el uso de materiales regionales que provienen de un radio de 20 kilómetros, biodegradables y que no necesitan cocción. «Al comprar un material local, esa plata queda en la localidad. Cuando compras material prefabricado, como ladrillos, cemento, hierro, vienen de lejos y se usa mucha energía para producirlos, transportarlos y el dinero va a otro punto», detalló.
Barrio también resaltó que la construcción natural es un aislante térmico y acústico. Incluso, es fresca en verano. «En Argentina siempre se subsidió la energía; nunca la infraestructura domiciliaria. En Europa, por ejemplo, te ayudan a aislar mejor los techos, a poner vidrios», subrayó.
Estas construcciones permiten una mejor relación con el ambiente
Otra ventaja, acotó, es la posibilidad de la autoconstrucción, especialmente en la segunda etapa, cuando la gente puede terminar de rellenar y aislar las paredes, lo que «no demanda mucho tiempo de aprender ni demasiada capacidad». «La desventaja -admitió- es que lleva más mano de obra, de modo que el costo es más elevado. Sucede que la modalidad de la construcción natural es a mano y por lo tanto, se avanza más lento».
Un estilo de vida
Con los incendios, Gerardo considera que se perdió mucho más que viviendas. Había alambrados, corrales, plantaciones, gallineros, huertas. «Es un estilo de vida, es un proyecto de vida. Muchos constructores o albañiles terminaron abocándose solo a la construcción natural. En Estados Unidos o Europa hay grandes empresas de construcción natural», sintetizó.
Los especialistas consideran que la calidad de vida difiere en una casa convencional y en una bioconstrucción donde se alcanza un vínculo más directo con el espacio: «Lográs una conexión con el ambiente: la casa respira. Los materiales industrializados tienen desventajas porque no retienen la humedad. La arcilla, en cambio, puede absorber humedad y liberarla cuando falta. Vos calefaccionás una casa de construcción natural y una vez que se apaga la estufa, las paredes empiezan a emitir temperatura».
Gernot Minke es considerado el padre de la bioconstrucción
Rodolfo García Nuñez nació y estudió arquitectura en Concepción, Chile, hasta que puso la mirada en la «bioarquitectura» después del terremoto de 2010. «En ese momento, empecé a vincularme directamente con la construcción de tierra. Muchas veces, se asocia la construcción natural solo con la tierra, pero, en realidad, se usan materiales naturales y los más abundantes son los más usados», indicó y aclaró que además, se usa madera, arena volcánica, paja y materiales reciclados como la fibra celulosa lana de oveja tratada.
Desde hace unos años, Rodolfo vive en Puelo donde puso en marcha el emprendimiento de bioarquitectura Cuchara y Barro. Asesora ad honorem a vecinos del Mallín. «La Comarca tiene muchos referentes y equipos profesionales en construcción natural. Mucha gente se viene a formar acá porque el concepto está incorporado. Por eso quienes hoy deben reconstruir sus casas quieren usar materiales naturales», expresó este integrante de la Red de Bioconstrucción de la Comarca Andina que se conformó un año y medio atrás. «No es una constructora -acotó- sino una agrupación para promover la construcción natural como principal alternativa habitacional».
Lamentó el aumento de los incendios de interfase en la región en los últimos años que arrasan con miles de hectáreas de bosques y casas. El 9 de marzo de 2021 se quemaron más de 500 construcciones en El Hoyo y Las Golondrinas y murieron tres personas.
La Red de Bioconstrucción de la Comarca Andina promueve la construcción natural
«En esa ocasión, desarrollamos un modelo de vivienda para construir en menos de dos meses, antes del invierno, con una cuadrilla de tres o cuatro personas. Hicimos una diferencia con los módulos de emergencia que se entregaron y que terminaron ocupándose como obradores de baja calidad, poca resistencia estructural y sin resistencia térmica», recalcó Rodolfo al tiempo que agregó: «Esta vez lo que hicimos fue adaptar ese primer modelo a un desarrollo de vivienda ampliable con un nivel de confort importante y que entrara entre los presupuestos con el dinero que está bajando el gobierno nacional. El primer incendio fue en marzo y ya teníamos el invierno encima; ahora tenemos un poco más de tiempo».
Desde la Red de Bioconstrucción realizaron inspecciones gratuitas para evaluar las condiciones de los terrenos (en muchos predios quedaron plateas y hay que determinar si sirven o si solo tienen daños parciales) y la idea es promover «mingas» los sábados para avanzar en la construcción. Brindan asesorías y ya cuentan con el listado de los materiales que se requieren.