El tiempo libre ocupó todos los rincones de su hogar cuando en 2008 se jubiló. Lejos de alejarse de ese camino, el ingeniero electromecánico Edmundo Ramos decidió diseñar una historia increíble en la localidad cordobesa de Alta Gracia.
Edmundo creó un auto que funciona con residuos, sobre todo naturales. Como restos de poda, bellotas, carozos y cáscaras de nueces que, según su opinión, son uno de los mejores.
“Se usa basura seca y combustible, se enciende y se hace una combustión incompleta. A los tres minutos de haber encendido el gasificador ya tengo gas de basura, que llamo gasura”, explicó.
El proceso parece simple, aunque el recorrido para lograrlo fue extenso. El origen sucedió cuando Edmundo reflexionó con preocupación sobre la incontable cantidad de vehículos que funcionan con derivados del petróleo. “Y un día se va a acabar”, pensó y se preguntó entonces de qué forma podría reemplazarlo. Y debía ser con algo que no se acabe nunca.
La escasez de combustible durante la Primera y Segunda Guerra Mundial obligó a diseñar gasógenos que funcionaron con maderas. Edmundo descifró el funcionamiento luego de estudiarlo durante diez años. Y cuando lo descubrió, hizo un gasificador en su forma más simple para que cualquiera lo pudiera hacer. “Es que para mí este trabajo es un servicio a la humanidad, no hay ningún interés económico”, admitió.
Cuando finalizó el gasificador, lo montó en el fondo de su casa y quedó impresionado por las calorías que tiene la “gasura”. El siguiente paso fue comprar una Ford Falcon Ranchero.
“Es que para mí este trabajo es un servicio a la humanidad, no hay ningún interés económico”,
No necesitó mucho dinero o ayuda para poder darle forma final al proyecto, aunque sí requirió colaboración para encontrar la exacta cantidad de “gasura” y basura que necesita para encender el vehículo. Su amigo Marcelo lo ayudó y también su esposa que debió soportar el desfile de toneladas de residuos naturales cerca de su casa en los experimentos.
“Una vez traje cáscaras de maní para probar. Ese día se levantó un viento increíble y de golpe había cáscaras en toda la casa”, recordó entre risas.
“No hace falta estar esclavizado al petróleo. Lo hice como una semilla a la humanidad”, dijo convencido. Apenas se conoció la noticia lo llamaron de distintos lugares del país en donde es muy difícil conseguir combustible. En Salta por ejemplo.
El Ministerio de Producción y Desarrollo Sustentable provee de motogeneradores a comunidades originarias, aunque la logística para entregar el combustible es complejo. El gasificador se lleva una vez y funciona con las maderas del lugar.
Edmundo está orgulloso de su invento. Asegura que contamina menos que un auto eléctrico porque “el eléctrico, aunque no tenga caño de escape, necesita energía eléctrica y en Argentina, entre el 60 y 70 por ciento, se genera con derivados del petróleo”.
“Una vez traje cáscaras de maní para probar. Ese día se levantó un viento increíble y de golpe había cáscaras en toda la casa”
En los ensayos previos, calculó que la camioneta podía alcanzar una velocidad de entre 40 y 60 k/h. Pero en la primera prueba levantó sin problemas hasta 95. “Pero esto va a levantar vuelo”, dijo sorprendido y sonriente en ese momento. Su próximo objetivo será unir la Quiaca y Ushuaia con el recorrido de su chata a gasura.
Siempre fui un inventor, dice el ingeniero. Esa capacidad estuvo aplicada al trabajo y cuando se jubiló, hizo algo para todos. “Para que sea un legado, que deje algo. Me puse al servicio de los demás”.
Escuchá parte de la entrevista:
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