Pablo Durán no soportó convivir con la dura realidad que invadía impiadosa al comedor barrial en José C. Paz. Los niños y niñas eran envueltos por el poderoso frío mientas comían. Testigo de esa escena, decidió hacer algo.
Con la teoría acumulada de la carrera de ingeniería aeronáutica e ingeniería industrial, además del conocimiento derramado por la historia familiar asociada a la herrería, Pablo diseñó una estufa para ahuyentar el dolor.
“Estudié la forma de hacer una estufa segura, fácil, eficiente, que tenga en cuenta la parte ecológica. Y que, además, no pase por mí solamente, sino que involucre a la comunidad para construirla Que se apoderen de la solución”, comentó Pablo que en ese momento tomó materiales disponibles, como chatarra metálica y empezó a bosquejar la ecoestufa en 2012.
Para el emprendedor es doloroso ver tantas postales en el país de chicos sufriendo el frío, “pero hay algo que duele más y es que la gente se acostumbra. Piensan que es normal”. Frente a la pregunta de por qué la están pasando mal, se encuentra con la repetida respuesta: “porque no hay otra”. “Y sí hay otra”, responde Pablo con determinación. Las enfermedades respiratorias representan la primera causa de muerte en niños y niñas.
Explicó que “por un lado, la ecoestufa se vende y tiene que ser sustentable. Si la gente la compra, genera ‘nafta’ al proyecto”. Y por otra parte, Pablo enseña a hacerla a vecinos que desean involucrarse en la solución del problema. De una acción puntual para dar respuesta a un problema muy concreto, la ecoestufa se convirtió en un movimiento.
El camino del proyecto se encontró en 2017 con una convocatoria de la Fundación INVAP para emprendimientos de triple impacto. “Quedamos entre los 14 emprendimientos seleccionados y cuando me lo contaron me dio vergüenza llevar una estufa a Bariloche. Pensé que era un tema que tenían resuelto, pero no”, recordó.
La creación de Pablo permite calefaccionar el ambiente, cocinar o poder calentar el agua para asearse. Dijo que a veces los chicos no van a los cumpleaños porque no se pueden bañar. Funciona con biomasa, como ramas, piñas, pasto seco. Al utilizar estos residuos orgánicos se evita la tala indiscriminada de leña y la utilización de energía fósil. Tiene más del 82 % de eficiencia térmica; “es muy eficiente y segura porque el monóxido va al exterior y no genera humo. Es reparable y reciclable”.
Pablo tuvo la oportunidad de mostrar su invención al entonces presidente Alberto Fernández en la Casa Rosada. Le dijo que la calefacción no es un confort, “para muchas familias es la diferencia entre vivir bien o vivir enfermos. Nos cuesta dimensionarlo pero hay pueblos enteros que viven a leña”. Por eso, asegura que este proyecto viene a dignificar a los sectores más postergados en varios sentidos.
Pablo logró en estos años transformar ambientes familiares sufridos. Hay historias que sirven para explicar qué significa una ecoestufa en la vida de familias que sufrieron el frío durante años. Para Pablo, una en particular lo conmovió. En Neuquén, una abuela se puso en contacto con él a través de una iglesia porque se había enterado que estaba en la ciudad.
“Nos pidió si podíamos revisar su estufa porque la casa se llenaba de humo. Vive en un asentamiento con sus tres nietos que sufren de asma”, contó y agregó que, apenas ingresó, se encontró con una salamandra casera que arrojaba más humo en el interior de la casa que afuera. Para evitar el frío, a la tarde se acostaban juntos en una cama.
Pablo fue a su casa y buscó una ecoestufa para resolver el problema de inmediato. Todavía recuerda con emoción que, apenas quedó instalada, la abuela y sus nietos no quisieron alejarse del nuevo artefacto metálico mientras frotaban sus manos y sonreían.
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