Antes de que cambiase su vida, el médico veterinario Federico Mutti dedicaba buena parte del día a trabajar con las vacas. Disfrutaba de eso aunque sabía que faltaba incluir en su vida una dimensión social.
Encontró en la Fundación Cruzada Patagónica la respuesta a esa pieza que faltaba. En 2021, ingresó junto al padre Fernando Rodríguez, cuando acompañaba a productores en el paraje Corralito, ubicado a 120 kilómetros de la localidad turística de Bariloche, en Río Negro.
En ese viaje conoció la naturaleza de la fundación que “tiene la misión de acompañar el desarrollo integral del poblador patagónico. Es educación y desarrollo rural a partir de cursos y talleres a familias del lugar”. Actualmente, 90.000 chicos y chicas de parajes rurales no acceden a la educación secundaria.
Federico supo que una buena forma de participar de Cruzada Patagónica era a través del Centro Educativo Rural Pilca Viejo que estaba por inaugurarse en Pilca Viejo donde la estepa preserva el silencio. Por eso aceptó el desafío de ser el director. “Me encontré con una escuela en el medio de la nada, con un inmenso trabajo social, con realidades muy duras”, describió el veterinario que vive en la localidad de Dina Huapi.
«Nuestra misión es mostrar cómo pueden crecer y desarrollarse en su lugar. Y que no tengan la obligación de irse a las grandes ciudades»
Las actividades comenzaron en marzo de 2022 con 23 alumnos y alumnas de los parajes de la zona. La propuesta educativa entrega el título oficial de técnico agropecuario y tiene trayectos formativos en agroturismo y cooperativismo. El objetivo principal es fomentar el arraigo rural en la región.
Comentó que el poblador rural sufre el olvido y conviven con la soledad. Y puertas adentro, suceden situaciones de mucha vulnerabilidad. “Y hay que acompañar”, aseguró y mencionó que le llamó la atención que no existieran espacios de encuentro para los jóvenes. “No ven oportunidades donde están, nuestra misión es mostrar cómo pueden crecer y desarrollarse en su lugar. Y que no tengan la obligación de irse a las grandes ciudades”, destacó.
Eluney Marileo vive con su padre Raúl, quien trabaja en el establecimiento La Irene, en un área cercana a Pilcaniyeu y Pilca Viejo. Cuando faltaba poco tiempo para finalizar la escuela primaria, sabía que el destino era Bariloche para continuar su educación. “En ese momento se sentía el rumor de la escuela de Pilca Viejo”, contó Raúl. Cuando su hija se enteró, se entusiasmó; “es que en el campo me gusta todo”. Contó que, en la primera entrevista, llegó a caballo. Fue una alegría inmensa porque Eluney está cerca y estudia lo que le gusta.
La fundación cuenta, además, con otras dos escuelas de estas características en Junín de los Andes -Neuquén- y la localidad chubutense de Cholila.
Federico aclara que pensar en el desarrollo integral de los jóvenes implica trabajar sus proyectos de vida. “Lo hacemos desde el primer año, cuando ingresan”, apunta. Además de las actividades en las aulas, los chicos y chicas trabajan en el campo. Los entornos didácticos productivos incluyen un gallinero, un galpón de conejos y el criaderos de cerdos.
Para el director de la escuela es una satisfacción ver que hoy los estudiantes ven la posibilidad de formarse en una carrera universitaria. Algo muy distinto a lo que sucedía en la entrevista inicial, cuando la mayoría no tenía pista alguna de su futuro.“Nos decían que se querían quedar en su casa, ser policía o militar. Hoy eso cambió”, valoró.
“Me encanta lo que hago”, admite Federico, aunque cada tanto -cuando se encuentra con situaciones muy dramáticas- se pregunta por qué no vuelve a trabajar con las vacas que significa una tarea menos compleja. Todos los días hace 60 kilómetros para llegar a la escuela de Pilca Viejo. “Acá, está el que realmente quiere estar porque no es fácil. Es pura vocación”.