Primero, su idea provocó burla y la seria sospecha de familiares y amigos de que se había vuelto loco. 25 años después, esa iniciativa se multiplicó, recibe muestras de afecto, reconocimiento, y a su autor le piden fotos en la calle.
“Nació por física necesidad y no sé en qué momento pasaron tantos años”, admite entre risas el creador del Biblioburro, Luis Soriano desde su pueblo, La Gloria, en el departamento de Magdalena. Es que andar con libros en burros dejó de ser una idea extraña para convertirse en inspiradora.
La zona está ubicada en el noroeste de Colombia, a 4 horas del mar y a 40 minutos del imponente Río Magdalena. La postal muestra planicies y tierra ondulada con el acompañamiento de una temperatura que suele ascender a los 40 grados. Y la sensación térmica pasea muy campante los 50. “Es un lugar de difícil acceso”, apunta Luis.
Luis es consciente de que ayudó a muchas personas a través del biblioburro durante este tiempo y contribuyó al desarrollo de comunidades. “Me apasiona saber que descubrimos talentosos maestros que primero fueron usuarios del biblioburro. Y también fundamos escuelas”, recuerda orgulloso el profesor de la biblioteca ambulante.
Las recorridas con sus burros, Alfa y Beta, se hacen en tres días de la semana -lunes, jueves y sábado- y la distancia que se recorre es de entre 11 y 18 kilómetros. “Y la vuelta…”, añade. Lleva principalmente literatura infantil “porque hay que cultivar lectores al futuro”. Mientras lo dice, en sus manos sostiene Cumbres Borrascosas y Las Mil y Una Noches; “mi preferido es el Libro Azul de Rubén Darío, escrito para las personas soñadoras”.
«¿Qué le pasó al profesor?», se preguntaban sus vecinos en el inicio de esta historia, «¿acaso se volvió loco?». “Yo no estaba loco, se trataba de hacer un trabajo altruista, desinteresado”, reflexiona. Hoy su tarea cosecha reconocimientos de distintos países y la idea del biblioburro se replicó ya en Timor Oriental, México, Italia y Estados Unidos. Contó que viajó a esos países para brindar una instrucción sobre cómo tratar a los animales para que sean dóciles. Asegura que es importante tener amor por la lectura y por los animales en igual medida.
Entre tantos recuerdos, Luis se detiene en Ruby, una niña que aprendía la lectura del día con mucha dedicación y cuando su papá llegaba por la tarde, le compartía el cuento elegido. Y su padre, enamorado de los radioteatros, quedaba fascinado. Sentía tanto orgullo de su hija que le permitía viajar sin escalas a un mundo mágico.
El camino transitado en estos 25 años tuvo inmensas alegrías y también momentos muy difíciles. Los libros debieron escabullirse de la amenaza del proceso paramilitar y el narcotráfico. Pero hubo un episodio muy doloroso para Luis. En uno de los miles de viajes, cayó de su burro y se fracturó la pierna izquierda. No recibió los cuidados necesarios en el momento, entonces una bacteria alcanzó el hueso y debió ser amputada.
Luis está convencido de que la constancia y la vocación de servir a las personas fueron claves para que su biblioburro cumpla un cuarto de siglo. “Esta experiencia me regaló el aprendizaje sobre el respeto, la humildad y el sentido de servicio a las comunidades”, reflexiona. Después de ser testigo de tantos encuentros de niños y libros, asegura que ese momento es fantástico. Dice que, inevitablemente, se abre una ventana inmensa para los flamantes lectores y que ese primer momento de enamoramiento no se olvida jamás.
Escucha parte de la entrevista radial con Luis Soriano