María estaba frente a la computadora en Calafate, respondiendo reservas del hotel en el que trabajaba, cuando una palabra desacomodó sus estructuras: permacultura. Rápidamente indagó un poco más y se encontró con baños secos y la construcción en barro. Al poco tiempo tomó una decisión.
María Fourcade es bioconstructora y hace 15 años abandonó su confortable lugar en el turismo para meter las manos en el barro y la basura. “Al poco tiempo de descubrir la permacultura, renuncié a mi trabajo. No podía hacerlo con gente que dejaba su basura en los lugares que visitaba y se llevaba fotos”, recordó.
No dudó. El cambio fue significativo porque significó tomar consciencia “de que lo que comemos viene de la semilla y no de una bandeja de supermercado”.
Hizo un curso de diseño de permacultura y luego trabajó con la persona que le había dado el taller inicial. Viajó por el país y países limítrofes. Cuando llegó a Traslasierra en Córdoba para ser voluntaria en una comunidad, cambió los 15 días planeados por una residencia permanente. “Aprendí de forma más autodidacta a desarrollar un baño seco, a estar en contacto con la tierra. Fueron años de reseteo y ahí empecé a construir”, contó.
Un día le tocó resolver un tema de construcción en su casa y utilizó la basura de los vecinos. Dice que vio que entre el plástico y el barro hay buena onda. Se ríe.
“Se necesita hacer un cambio de mentalidad grande para que quieras poner basura en tus paredes”
Hoy utiliza todo tipo de basura para levantar las paredes. Botellas de plástico, de vidrio, latas, bolsas. “Necesitamos reutilizar porque el reciclado demanda mucha energía. Por eso uso de todo, idealmente que no esté mezclado con lo orgánico. Y los resultados siempre son positivos”.
Sobre los beneficios de este tipo de construcción, María asegura que cuando hace una casa utiliza el concepto de bioclimática, “que la casa esté bien orientada”. Además, con los materiales -la basura- y el barro se logra una construcción eficiente. Esto significa que se conserva mejor el calor en el invierno y en verano las viviendas son más frescas. Además, son muy acústicas.
“Veo más consciencia que hace 10 años. Siento que ahora poca gente tira la latita de gaseosa por la ventana del auto. Igual veo bolsas de plástico en la calle, creo que igual falta un montón”, opinó y agregó que no cree que la solución sea que el plástico deje de existir, sino que las grandes marcas empiecen a producir otros materiales más amigables o que tengan políticas de reutilización, de reciclaje. “Es complejo porque el tema se nos fue de las manos”, lamentó.
Admite que los gobierno curiosean este método. Además, la charla TEDxRíodelaPlata en 2020 sirvió como una buena carta de presentación. El avance es progresivo. “Se necesita hacer un cambio de mentalidad grande para que quieras poner basura en tus paredes”, comentó, aunque considera que falta poco para que eso suceda.
María dice que se siente bien cuando ve el trayecto recorrido desde el ‘click’ en Calafate. Primero fue todo novedoso, pura adrenalina. “No me importó dejar todo, tenía una vida económica muy buena”, comentó. Ahora es profesional de la bioconstrucción y vuelve a estar en un lugar confortable aunque de una forma distinta, más consciente.
“¿Cuál es el premio? Que me encanta lo que hago y me encanta experimentar. Somos infinitos. Hay que estar atentos al lugar donde vivimos, cómo podemos cooperar con las personas con las que estamos, con el ambiente. Me gusta mucho y me conmueve ver lo que tomamos de la tierra. Yo tomo agua de la vertiente y me ocupo de ver cómo sale de mi casa, como la devuelvo. Eso me inspira, me desafía. Me siento bien”.