El desafío de que personas sin techo consigan trabajo: «Es difícil mirar hacia otro lado»

“¿Necesitas algo, estás bien?…”

Eugenia Sconfienza es politóloga y junto a Alexandra Carballo crearon en 2010 la fundación Cultura de Trabajo, un programa de intermediación laboral destinado a las personas en situación de vulneración socio habitacional.

Todo comenzó durante su tesis de maestría cuando tuvo que indagar en la situación social de varones de hogares y paradores de la ciudad de Buenos Aires. Los entrevistaba y registraba cuáles eran las principales demandas. Decían que necesitaban trabajar, esa era la primera de la lista. También reclamaban por un lugar para vivir.

Luego de esa experiencia, Eugenia consideró que como buena egresa de la universidad pública debía devolver algo a la comunidad. “Primero armamos un programa con nuestros contactos, con el núcleo familiar y la idea fue escalando. Fue una respuesta natural de lo que habíamos aprendido. Y por suerte, muchas personas creyeron”, contó en Pausa, el programa que conduce Vivian ‘Lulú’ Mathis.

María Eugenia

Eugenia y Alexandra se encontraron con muchas historias de ruptura familiar. “No se contactaban con sus hijos porque no tenían plata. Es muy duro, lo económico te marca. Esas historias siempre nos impactaron”, recordó. También es frecuente el retrato de brazos extendidos para hurgar algo que sea comestible entre la basura. “Es muy difícil mirar hacia otro lado. Tenes un nudo en la garganta siempre”, admitió.

«Es muy difícil mirar hacia otro lado. Tenes un nudo en la garganta siempre»

La forma de convertir esa emoción en algo útil es conversar con ellos, armarles un currículum hacer el seguimiento. Eso te hace sentir bien, asegura Eugenia.

La estructura de Cultura de Trabajo tiene distintas áreas que están nutridas del voluntariado, como la de admisión, intermediación laboral, la búsqueda de empresas, administración. Afortunadamente hay un buen puñado de empresas que desarrollan prácticas de responsabilidad social que se suman al programa.

La politóloga admite que durante estos 14 años cambió su mirada sobre la relación entre las personas y el trabajo. “Hoy entiendo que las personas somos mucho más que lo que estamos haciendo, trabajando o si recibimos una retribución por eso. Somos dignos independientemente si tenemos un trabajo o no”, comentó y agregó que en el inicio de la experiencia tenía una concepción más trabajocéntrica. Hoy está incorporado en la sociedad que una persona que cuida a sus hijos también trabaja.

Para Eugenia es importante a la hora de ayudar posicionarse al lado de la persona que necesita asistencia porque “todos tenemos algo para dar”. No arriba. Si ellos son consciente de que pueden aportar algo, lo harán también para un trabajo. El cara a cara es todo.

Registra que en los últimos años creció la problemática de las adicciones. En ese campo no pueden dar respuesta. Las personas que necesitan del trabajo tienen que resolverlo antes de ingresar al mercado laboral o, de forma paralela con una buena asistencia. “En el último tiempo vemos gente que se quedó en la calle por no poder pagar el alquiler. No es tan difícil caer en esa situación”, advirtió.

Las entrevistas son duras porque de los relatos se desprenden historias desgarradoras. Eugenia recordó la última: un hombre que hacía costuras, perdió su visión y necesita volver a su país porque falleció su hija. Esa tarea hoy la delegaron a otros voluntarios y con Alex se ocupan de ser intermediaras con las empresas y los potenciales puestos de trabajo.

“Hay que desestigmatizar a las personas que están en situación de calle. Toman alcohol porque tienen frío o porque no pueden dormir por las luces de la calle. Hay que ver qué llegó primero, tenemos que ser más benévolos con esos temas”. Para Eugenia es esencial preguntarles cómo están, cómo se sienten, porque una conversación para ellos puede ser mucho. Una que comience con: “¿necesitas algo, estás bien?…”