Mariela Seehaus es investigadora del Departamento de Recursos Naturales y Gestión Ambiental del INTA Paraná. Vive en Oro Verde, a diez kilómetros al sur de Paraná, donde funciona el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria.
Mariela habla con orgullo de su creación. Diseñó el AR-PUF, un muestreador de aire de alto volumen que permite detectar pesticidas. Lo hizo en conjunto con el Gobierno de la provincia y el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación.
La inquietud surgió en 2015. “Quisimos adquirir el equipamiento que toma muestras de gran caudal para determinar la presencia de plaguicidas. Se comercializaba fuera del país, pero nunca llegábamos al costo que tenían. Cuatro años después surgió el contacto con una empresa que nos propuso desarrollarlo”, contó.
Hace muchos años se viene estudiando en el INTA y otras organizaciones el impacto de los plaguicidas en distintos compartimientos. Hay datos sobre su presencia en el agua, suelos y también en la biota -conjunto de fauna y flora de una región- pero en el aire hay un gran vacío de información.
En 2012 los vecinos de Oro Verde realizaron movilizaciones por el aumento del uso de agroquímicos en campos cercanos. Si bien el reclamo logró la sanción de una ordenanza que prohibió las aplicaciones aéreas y restringió las terrestres, un estudio realizado en 2019 por Mariela descubrió la presencia de glifosato en el aire de la localidad.
De hecho, existió un pedido del Ministerio de Agricultura de acceder a esta información por la cantidad de reclamos y demandas vinculadas al efecto nocivo para la salud que pueden provocar los plaguicidas.
En estos días están realizando las pruebas del equipo y redactando una publicación con las primeras pruebas. El desarrollo del proyecto lo lleva adelante con Manuel Hadad, un ingeniero químico que venía trabajando en el desarrollo de dispositivos para monitoreo ambiental.
El dispositivo mide alrededor de 1,60 metro y pesa unos 30 kilos. Tiene capacidad para detectar hasta 25 pesticidas distintos y utiliza el método EPA, que posee validez internacional.
Manuel destacó la calidad de la creación, el materia es de acero inoxidable y está pensado para que pueda funcionar las 24 horas en el campo de forma continua. “Cuesta la mitad que uno importado pero además tiene una tecnología más robusta. Los materiales son mejores y el motor dura mucho más”.
Para Mariela es importante que luego, cuando se obtenga la información, intervengan organismos relaciones con la salud pública que puedan evaluar el riesgo a las exposiciones. “Con un solo actor no alcanza”, apuntó.
Además de la publicación del estudio en una revista especializada, el siguiente paso será trabajar en proyectos que tiene INTA para determinar concentraciones de plaguicidas en diferentes distancias de campos. Aseguró que ahora “es importante tener certezas sobre la dimensiones que tienen que tener las áreas de resguardo”.