Enzo Campetella eligió Madrid para vivir y lo disfruta. También pasó un buen tiempo en Nueva York y Londres, aunque su historia comenzó en Allen, una localidad del Alto Valle de Río Negro, en Argentina. “Desde muy chico me gustó la meteorología. Creo que lo traje de otra vida porque nunca tuve dudas”, aseguró en una charla con Vivian ‘Lulú’ Mathis en Pausa.
Su abuelo y su padre fueron productores de peras y manzanas. Enzo tiene el recuerdo nítido de la importancia que tenían las condiciones climáticas en el destino económico de la familia. Algo de esa suerte dependía de si caía granizo o no, si las heladas eran más agresivas de lo que se estimaba o si las temperaturas escalaban a niveles poco convenientes. “Todo eso impactaba en la economía de la casa. En algún año lo perdimos todo”, apuntó.
La obsesión de Enzo por la meteorología lo hizo armar su propia estación en la década del 80. Trabajó en el Servicio Meteorológico Nacional, hizo periodismo en los 90 y luego se dedicó a asesorar a productores de Río Negro. “Hago lo que me gusta. Hoy me paso el día haciendo pronósticos sobre fenómenos extremos como tornados y huracanes”.
España sufrió en los últimos días un temporal que ha dejado -hasta el momento- 223 muertos, la mayoría en Valencia y, al menos, 78 desaparecidos. Campetella observa que siempre sucedieron estos fenómenos en Valencia, como el recordado episodio de 1957. “El tema es que antes pasaba una vez cada 100 años, ahora cada dos. Mil milímetros de lluvia en Grecia. En Libia, que es uno de los países más secos del mundo, murieron 10.000 personas por las lluvias”, mencionó como preocupantes ejemplos de estos tiempos.
Explicó que el Mediterráneo está cada vez más caliente y esa energía disponible en la atmósfera necesita un disparador. Y en Sudamérica se puede ver la relación que existe entre los cambios en el ambiente por la intervención humana y fenómenos climáticos más intensos.
En este contexto, lo que le preocupa a Enzo es qué se hace con la información que surge del trabajo técnico. Por un lado, hoy tenemos mucha información, «pero eso no quiere decir que estemos más informados”. Vivimos un tiempo en el que es más fácil engañar a la gente. “Me preocupa cómo llegar a la gente con la información correcta, que el ‘ruido’ no interfiera”, comentó y agregó que otro punto relevante en este escenario es saber qué hacen las personas que toman decisiones políticas con los pronóstico porque en esos pasillos no solo interviene el sentido común.
“En el caso de Valencia la información estaba disponible y no podes hacerte el distraído. Culparon a AEMET (Agencia Estatal de Meteorología) pero lo cierto es que la Universidad de Valencia tomó las medidas de prevención 12 horas antes”, destacó.
El meteorólogo considera que murió mucha gente porque no se tomaron las medidas con la información que se contaba. Se podría, por ejemplo, haber decretado asueto y evitar que la gente que había ido a trabajar se encuentre en el medio de una inundación en su vuelta. “Tenemos que empezar a acostumbrarnos a fenómenos más recurrentes e intensos”, advirtió.
Para el rionegrino es importante que la meteorología se enseñe en las escuelas para fomentar conciencia climática. Es valioso comprender lo que está pasando en un mundo con tantas variaciones climáticas. “A veces es la diferencia entre la vida y la muerte”, destacó y recordó un caso que sucedió en Madrid en 2023. Se anunciaron tormentas muy grandes y se enviaron mensajes a todos los teléfonos celulares. En algunos lugares fue una lluvia más pero a 30 kilómetros, al oeste, los arroyos colapsaron y hubo 20 muertos.
“Fue un desastre. Pero la gente que no se vio afectada se molestó por las advertencias. Por eso, es muy bueno que se inculque que la atmósfera es un medio muy caótico y que podes aproximarte a la realidad pero el pronóstico es válido sólo para algunos puntos de un área. Ese fue un pronóstico acertado y se evitaron muchas muertes”, explicó.
La meteorología nutre hoy a muchas actividades. Campetella mencionó que en el campo de la logística, por ejemplo, en Estados Unidos se estima que las empresas se ahorran entre 250 y 400 millones de dólares por año con el uso de pronósticos. La información es cada vez más precisa pero la decisión de si los empleados van a trabajar o se quedan en su casa ante una alerta es de la empresa.
Más allá del margen de error que ha disminuido en los últimos años por la asistencia de la tecnología, es importante entender que siempre hay un orden de incertidumbre. Para Enzo es preferible correr cierto riesgo a la hora de informar, bajo un criterio preventivo, a lamentarse por daños materiales o humanos.
“¿Qué es lo que más me gusta de la meteorología? Que la información que genero puede servir a otros. Y si salvas vidas, es lo más grande que te puede pasar”.