Esteban Mayorga anudó sus emociones todo lo que pudo pero cuando se sentó en el avión y se calmó, recordó algunas postales de su reciente experiencia y lloró. Lloró mucho.
Esteban vive en la ciudad turística de San Carlos de Bariloche e integra la Fundación Solidaridad Integrada Para el Ascenso Social (SIPAS) que trabaja por la inclusión social de comunidades originarias vulneradas.
En la última expedición solidaria viajaron a Santa Victoria Oeste, a 600 kilómetros de Salta. Visitaron parajes que están a una o dos horas y a los que se puede llegar solo con camioneta 4×4 por las dificultades que presenta el camino.
Esteban participó de la tarea junto a pediatras y ginecólogas. Contó que visitaron los parajes de Vertiente y Pozo del Toro. No tienen luz, ni agua. De hecho, los paneles solares están de decorado porque no funcionan hace cinco años.
Entre tantas historias, algunas tienen una fuerza especial. Hugo tiene tres años y su hermano Daniel, seis. Son huérfanos, su mamá falleció hace tres meses de cáncer en Pozo del Toro. “Cuando te enfermas, ¿quién va?”, se preguntó el voluntario. Los hermanos recibieron coloridos juguetes para aplacar un poco el dolor.
No es fácil entrar a la comunidad, siembre sobrevuela algo de desconfianza. “Rogamos a las mujeres que se atiendan. El primer día fue fuerte porque vimos una nena de 12 años esperando contra una columna. Le preguntamos qué necesitaba y nos dijo que quería saber si estaba embarazada”, contó y compartió un silencio.
La falta de agua hace que las enfermedades estén cerca. Las moscas deambulan y se anuncia el riesgo con el zumbido en tardes de sofocante calor.
Además de los juguetes, y las charlas también hubo tiempo para jugar a la pelota con casi 30 grados. “Nos abrazamos y me preguntan cuándo vamos a volver. Yo no puedo decirles que lo voy a hacer. La despedida siempre es difícil, les saco foto para recordarlos”, dijo.
Afortunadamente, la gente colabora con estos viajes solidarios de la fundación. El barilochense cuenta que reunieron 500.000 pesos para el último viaje.
Esteban admite que la experiencia en SIPAS significó un cambio importante en su vida. Las prioridades se reacomodaron. Antes, no comía fideos si no tenía queso sardo. “Pobre yo…”, se lamenta. Al regresar de su viaje se juntó con sus sobrinas y les compartió las fotos para que conozcan otra realidad, una muy distinta a la que viven. Hoy disfruta de cada momento, de un mate con mi madre, de los aromas de la mañana o de una comida.
La historia de la fundación nació en 2002 por iniciativa de un chico de diez años. En ese tiempo desfilaban las historias de pobreza y exclusión en la televisión. Una de esas imágenes, la de una escuela rural en la provincia de Salta, motivó que Jorge Luis Castiglioni pidiera a sus padres hacer algo para ayudar. Su madre Marcela Heredia no dudó.
“¿Por qué lloré en el avión?…por Hugo y Daniel. Pienso en qué estarán haciendo sin su mamá. Incluso pensé en traerlos. Me largué a llorar por sus miradas y sus futuros. Igual sé que voy a volver”.