La organización trabaja con comedores de Buenos Aires y Bariloche. “Los chicos que asisten a un comedor comunitario reciben lo que hay, lo que cae en suerte. Quizás nadie les había preguntado antes qué querían, qué necesitan o, incluso, cómo se llaman”, explicó la fundadora, Pilar Medina.
Pilar Medina es profesora de literatura. Hace 7 años atravesó una inolvidable noche de desvelo que permitió una increíble historia en su vida. Durante horas sintió la necesidad de hacer algo más, distinto a su vida cotidiana. Se preguntó, entonces, a qué vino al mundo, y si podía sembrar algo que se esparciera para ayudar a otros. Esa noche sucedió el origen de Pequeños Puentes. “Fue un momento existencial que todos tenemos. Sentí que era buena para dar amor y pensé que tenía que estar dirigido a los que más lo necesitan, los chicos en situación de pobreza”, recuerda con orgullo.
Pequeños Puentes nació en 2012 cuando Pilar concibió la idea de desarrollar un sistema para aplicar “una solidaridad con destinatario y personalizada”. Lo que se regala debe ser nuevo y comprado especialmente para la ocasión. “Los chicos que asisten a un comedor comunitario reciben lo que hay, lo que cae en suerte. Quizás nadie les había preguntado antes qué querían, qué necesitan o, incluso, cómo se llaman”, explica la profesora de literatura sobre la esencia de la propuesta solidaria.
Las primeras experiencias marcaron el rumbo de Pequeños Puentes. En una ocasión, antes de Navidad, los voluntarios se acercaron a un comedor de San Miguel en la Provincia de Buenos Aires para que los chicos y chicas escriban qué regalos desearían recibir. Y uno de ellos despertó la atención de Pilar; parecía bloqueado frente a la hoja en blanco. Pasaban los minutos y su mirada continuaba fija en el papel, sin reacción. Pilar decidió acercarse y le preguntó si podía ayudarlo. El pequeño la miró y le dijo: “no entiendo, ¿yo puedo elegir?”.
“Lo que buscamos es anclar un buen recuerdo”, resume la directora de Pequeños Puentes y aclara que ese recuerdo debe estar cubierto de la cálida experiencia de interés porque alguien leyó sus cartas, les preguntó qué querían. Y el regalo -envuelto con un papel especial, una tarjeta y a veces una carta con un dibujo- es la confirmación de ese valioso recorrido afectivo.
Pilar sigue impresionada con las primeras escenas, cuando los obsequios llegaron a los comedores. Cuenta que “en el primer año vimos que los chicos del fondo lloraban. Descubrimos que era porque pensaban que se iban a quedar sin regalo. Están acostumbrados a hacer fila y que a veces toca y a veces no. En el segundo año ya no lloraron más, entendieron bien la consigna, las nuevas reglas. Saben que, si escribieron la carta, el regalo va a llegar”.
Pequeños Puentes trabaja hoy con cuatro comedores en Buenos Aires y dos en Bariloche. Generaron la campaña “Yo quiero ser tu Papa Noel” que alcanzó a 670 niños y niñas en 2018. Y en marzo de este año entregaron cajas escolares con todos los útiles necesarios, zapatillas y guardapolvos nuevos. Para Pilar, el momento de ir a clase es de mucha exposición y esta es una forma de cuidarlos. Es una forma de decir –explica- “andá y soña tranquilo”.
El valor de la literatura
Es inevitable asociar la experiencia de Pilar con la literatura y la organización Pequeños Puentes. “La literatura te da sensibilidad. Entras en el mundo de lo sutil, que es lo que no se ve, pero lo que comanda”, argumenta con precisa convicción y agrega que desde la organización buscan incluir los libros en las experiencias con los chicos porque para ella, cualquier persona puede encontrar en la literatura todo lo que necesita, “no hay forma de sentirse pobre, sin importar si tenés las zapatillas rotas o no. A muchos les salvó la vida porque te conecta con lo humano, lo universal, lo que es de todos. Entonces, no estamos solos”.
Por Daniel F. Pardo
(Foto Facebook Pequeños Puentes)