María Fernanda Bonesso nació en la localidad mendocina de Maipú. Se crió en una frondosa vegetación de paisaje verde salpicada por miles de damascos. Es economista y un día tomó la decisión de dejar la vida vertiginosa de Buenos Aires para volver a la finca de sus padres con la intención de cambiar una parte del mundo.
Julieta Porta es una joven e inquieta emprendedora con ganas (también) de cambiar el mundo. Admite que su familia y amigos muchas veces intentan detenerla aunque resulta imposible. También nació y vive en Maipú, y con 23 años tiene un robusto listado de inspiradoras experiencias.
Y la historia que las unió se inició a fines de 2018, cuando María Fernanda recibió el llamado de su mamá Mónica. Se la escuchaba muy preocupada porque, como todos los años, la enredada venta de los damascos de su finca volvía a convertirse en una pesadilla. El precio que habían acordado por kilo no alcanzaba para afrontar el pago a los cosecheros.
“Desde que tengo uso de razón, el problema es la comercialización y año tras año se puso más difícil”, comentó y aclaró que hasta ese momento no había visto la posibilidad de que su trabajo se desarrollara en los extensos caminos rodeados de árboles, en donde se había criado. En ese momento, estaba cumpliendo con un posgrado.
Luego del llamado sintió que la formación que había recibido debía servir para resolver algo de este problema que asfixia a muchos pequeños productores de todo el país, «me preguntaba qué aporte estaba haciendo, sentía que no resolvía la vida a nadie”. La angustia transmitida por la realidad que atravesaba su familia, su formación y el sentido del compromiso permitieron que naciera Agrojusto.
Este año, la plataforma Agrojusto fue distinguida entre 2000 aplicaciones de todo el mundo por la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Julieta integra el equipo de Agrojusto. La inquieta emprendedora fue reconocida por la NASA por la creación de una startup -Zonda Inc.- que propone estimar daños por inundaciones con información de imágenes satelitales, trabaja en el proyecto de un vehículo lunar y en noviembre será oradora en un foro económico mundial de mujeres- Women Economic Forum – para hablar del futuro y la sustentabilidad de los proyectos en América Latina.
“El objetivo de la plataforma es conectar los productores con los emprendedores y clientes en una plataforma de comercialización con tecnología de punta, buscando sistemas más justos y eficientes”, explicó Julieta.
“El objetivo de la plataforma es conectar los productos con los emprendedores y clientes en una plataforma de comercialización con tecnología de punta, buscando sistemas más justos y eficientes”
Fernanda y Julieta se conocieron en actividades vinculadas al mundo emprendedor de Mendoza. «Desde el primer momento, me sentí muy identificada con ella», contó Fernanda y recordó que hubo un momento del desarrollo de Agrojusto en el que se sintió sobrepasada. «Necesitaba una persona de confianza que me acompañe en aspectos estratégicos. Se lo propuse a Juli, aceptó enseguida. Y se generó una gran sinergia con su frescura e inteligencia».
«Me enganché mucho cuando conocí todo el impacto del proyecto, la cantidad de productores que capacitan, los concursos que hacen en las escuelas rurales, además de la plataforma en sí. Es un grupo muy humano», contó Julieta quién se integró al equipo como desarrolladora de negocios.
El emprendimiento interpreta que la economía social es un camino para cambiar la manera en la que consumimos. Y para lograrlo desarrolló la tecnología necesaria para acortar la brecha entre las y los productores con los consumidores. Ahora, cuando un productor de Misiones le dice que gracias a la plataforma pudo vender de forma directa al consumidor, Fernanda siente una inmensa satisfacción. Más de 340 comercios minoristas compran desde la plataforma en línea en todo el país.
Están convencidas que la alimentación sustentable es un tema a tratar de forma urgente. En Argentina -apuntó Juliesta- entre el 30 y 40% del PBI se vincula a la agricultura y el 80% de la actividad agropecuaria es realizada por pequeñas familias. “En esa realidad te encontras con niños y niñas trabajando, mujeres embarazadas. Y se sigue produciendo con químicos que producen enfermedades. Es un tema ecosistémico”, planteó.
“No planteamos que desaparezcan los intermediarios, pero sí que se sumen alternativas para mejorar la situación de los productores”, apuntó Fernanda. Ella y su equipo lograron el valioso reconocimiento de la ONU. “Fue un gran honor”, sintetizó y pensó en todo el esfuerzo acumulado. Destacó que solo siete proyectos de Latinoamérica fueron seleccionados entre las 50 mejores pequeñas empresas del concurso “Best Small Business: Good Food for All” que propone la organización internacional. Parece que la vuelta a casa valió la pena.
Escucha parte de las entrevistas:
“En la época de las máquinas tenemos que explorar más lo que nos hace humanos”