El cortometraje documental se llamó ‘Un payaso se cruzó en mi camino’. Y la historia detrás del atractivo título surgió en 2005 cuando Matías Saccomano, realizador audiovisual argentino, se encontró con Álvaro Neil en Camerún.
Matías tenía 32 años en ese momento, ya había vivido en Francia y luego en el país africano. Admite que estaba desencantado con la época y repetía que deseaba conocer a un filósofo.
En una oportunidad, la cónsul de España, Fátima Godínez, le comentó que quería que conociera a Álvaro, el biciclown español que había colgado el traje de abogado y la oficina para recorrer el mundo. Matías ya se había acostumbrado a ver que cada visitante llegaba a Camerún con mucho dinero para concretar “el proyecto de aventura en un tupper” pero desconocían los múltiples pliegues de la compleja realidad social.
“Pensé que era uno más, me rehusé bastante hasta que un día me invitaron a comer una paella y ahí lo conocí. Llegó tarde. Con el paso de los días lo fui descubriendo y enamorando de su filosofía”.
Efectivamente, Álvaro estaba recorriendo el mundo en su bicicleta y presentaba un espectáculo circense gratuito que hacía brotar las risas de inmediato. En algunos lugares, como en Camerún, esto funcionaba como poderosa medicina. El espectáculo -define Álvaro- estaba concebido para todas las personas «que deseen reconectarse con un mundo de inocencia, menos pesado, donde la palabra imposible es el comienzo de la diversión».
“Yo buscaba un filósofo y de golpe me encontré con Álvaro”, reflexiona el realizador audiovisual que asegura que el tiempo compartido le regaló la posibilidad de ver la vida desde otra perspectiva.
Recordó especialmente un espectáculo que Álvaro brindó en un hogar de día en la capital Yaoundé, donde asisten adolescentes y adultos en situación de calle. Aclara que hay algo que tener en cuenta para entender el contexto y que es una certeza: la gente vive el día. No saben, por ejemplo, si van a comer al día siguiente. Hay personas -enfatiza- que no tienen nada y la vida vale muy poco en un escenario de inmensa desigualdad social.
Ese hogar de día era dirigido por un cura italiano; al anterior lo habían asesinado. Los primeros minutos del espectáculo de Álvaro fueron tensos. Parte del público tenía hambre, no estaban de ánimo para ver un show. La atmósfera era poco amigable hasta que Álvaro hizo un acto que no falló: infló un guante y exprimió uno de sus dedos, arrojando leche a un pocillo. “Los pibes se volvieron locos y empezaron a reír”, contó Matías con la admiración aún intacta. Se trataba de gente que, quizás, no reía hace años. Álvaro dice siempre que ese es un derecho que tenemos todos.
De este encuentro entre Matías y Álvaro surgió el cortometraje documental “Un payaso se cruzó en mi camino” que refleja en 15 minutos lo que sucede cuando el biciclown hace su magia y provoca destellos de luz en lugares ensombrecidos.
Ese no sería el único encuentro entre ambos. Algunos años después surgió el segundo cortometraje, ‘Contagiando alegría’ con el recorrido de Álvaro que incluyó países de occidente. Matías comentó que ese regreso le resultó más exigente al biciclown porque si bien te encontras con sistemas de salud y de educación que funcionan, te alejas del impulso solidario y de la contemplación de la vida que hay en otros lugares del mundo.
Álvaro lo llamó a Matías y le propuso armar este segundo corto con el material que había reunido de los viajes a Corea, Australia y Japón. “Vino a mi casa en Bariloche por un mes y buscamos al forma de narrar muchas horas de filmación. Nos encontramos con que todos tenemos una alegría y la podemos contagiar”.
Matías comparte algunas imágenes de Japón del cortometraje. Álvaro estuvo en el país asiático cuando sucedió el tsunami en 2011. Por lo tanto, la gente se había reunido en grandes gimnasios con compresible temor e incertidumbre. “Y en ese momento ves a los japoneses, que no son fáciles para expresar sus emociones, riéndose. Álvaro tiene eso de medicina. Te regala una sonrisa y eso que es exterior, también representa una gran sonrisa interior”, reflexionó.
El biciclown pedaleó mucho. Fueron 117 países durante 13 años, de 2004 a 2017. Algo así como 178.000 kilómetros. Matías está seguro de algo: indagar sobre el payaso que se cruzó en su vida siempre da satisfacción; “es un personaje bastante necesario”.