Científicos argentinos probaron que con los desechos de la yerba mate se pueden producir carbones activados para el almacenamiento de energía. Ahora buscan financiamiento para desarrollar una planta piloto modular.
“Trabajamos en la valorización de residuos para el almacenamiento de energías en especies de pilas que son supercapacitores, unos dispositivos que almacenan energía de forma muy rápida. Son complementarias a las baterías”, explicó la ingeniera química Florencia Jerez.
El material que almacena la energía se logra a partir de la yerba mate y otros residuos vegetales como el trigo, el olivo, la cerveza y el cannabis.
Florencia es becaria doctoral del CONICET en el Centro de Investigaciones en Física e Ingeniería del Centro de la Provincia de Buenos Aires (CIFICEN). Y el proyecto es impulsado por un grupo de Investigación Tecnológica en Electricidad y Mecatrónica (Intelymec) desde la Facultad de Ingeniería de Olavarría.
Contó que el origen de la iniciativa fue en 2019 cuando debía presentar un tema para su beca doctoral. “Buscamos temas relacionados al almacenamiento de energía que estaba en auge en el mundo y vimos que se estaba intentando valorizar residuos vegetales para la producción de carbonos activados”, explicó y agregó que inmediatamente consideraron la yerba mate porque es uno de los residuos más abundantes en el país.
Cuando iniciaron el trabajo solo tenían antecedentes de iniciativas que habían utilizado el té. Después de cuatro años, pudieron probar que funciona y muy bien.
Florencia destaca que el proceso es muy sencillo y consta de cinco pasos. Primero se seca el residuo de la yerba mate para carbonizarla en un horno. Luego se pone en contacto con un agente químico y se vuelve a quemar para desarrollar una estructura porosa para obtener el carbón activado. El carbón se lava y se seca consiguiendo así el material activo que se utiliza para armar las pilas.
“Ya saturamos la escala de laboratorio. Ahora buscamos financiamiento para aumentar la escala de producción del carbón activado”, comentó. De hecho ya postularon a distintas convocatorias con el objetivo de conseguir el dinero para avanzar en la planta piloto móvil.
Ese paso permitirá tener los parámetros de diseño y trasladarlo a la industria. Es un paso importante porque -apunta la ingeniera- no existen muchas industrias que hagan la producción de carbono activo. La mayoría importa.
Los resultados en el laboratorio fueron muy buenos. Y no solo en el almacenamiento de energía, también para remoción de metales pesados de agua y de dióxido de carbono de la atmósfera.
Florencia valora su paso por la Universidad Autónoma de Madrid, donde pudo avanzar en la adquisición de datos y pruebas en su investigación. Contó con la disponibilidad de equipamientos y recursos económicos.
Además, la estancia en España le permitió generar un vínculo con un centro de investigación de energía que desea trabajar en conjunto con la idea de avanzar en el ensamblado en mayor escala. “Estamos tratando de pasar a una escala de producción superior”, señaló.
Florencia disfruta de cada paso que da con el proyecto. Es una satisfacción poder aplicar -junto al grupo de trabajo- la extensa tarea del laboratorio a una escala piloto. Sabe que el paso siguiente se dará rápido porque existe interés en reemplazar las importaciones por un producto hecho en Argentina.